sábado, 5 de junio de 2010

Un camino y un solo enemigo


Hace mucho tiempo que llegé a la conclusión de que el enfado, el rencor, odio y resentimiento deberían ser ajenos a mi vida. Es tan fácil odiar, es tan fácil crear conflicto...y sin embargo cuanto tiempo, esfuerzo, dolor y angustia hay que poner en ellos para que crezcan fuertes y den sus amargos frutos. No digo que haya que responder a una bofetada con una sonrisa, eso es demasiado utópico en un mundo como este, pero si soy partidario de no devolver la bofetada por sistema.


Las circunstancias que nos llevan a hacer daño a alguien son muchas y muy variadas, por eso muchas veces hay gente cercana a ti que te hace daño o pretende hacerte daño. Siempre que me pasa simplemente le respondo con la mas mortífera de las armas, el peor de los castigos, el mayor desprecio que le puedes hacer a una persona, ignorarla.


Es por esto y mi actitud amable, cercana y conciliadora que no tengo en mi vida practicamente ningún enemigo, sobre todo ninguno declarado como tal, pues en este mundo incluso los Santos tienen quienes los odian. Sin embargo cada día me encuentro con un único y poderosa amalgama de villanos que intentan por todos los medios que mi sueño no se haga realidad.


En esta terrible lista de malvados seres el peor de todos es sin duda La Soledad. Una soledad silenciosa, una soledad muda que se funde con la quietud y aprobecha el mínimo momento de debilidad para fustigarte y saltar encima tuyo cuando menos te lo esperes. Aquellas noches, tras una dura jornada de trabajo que vuelves a casa cansado y hambriento. Solo las estrellas contemplan tu caminar, solo los susurros del viento acarician tu mejilla. Cuando llegas a casa y saludas a tu fiel mascota, cenas y tomas una refrescante ducha te sientas silenciosamente delante del ordenador. Miras los correos y saludas a algún amigo. El ruido de las teclas cesa y el silencio lo impregna todo. Las luces de la ciudad te asisten y el corazón se sobrecoge. Una lágrima se desliza por tu mejilla y tu ni siquiera eres consciente de ello....De esa soledad es de la que hablo. Esa es la soledad que te hiere y te desangra tan lentamente cual chinche hambriento. Solo viene de noche, es tan cobarde que solo te ataca cuando estas indefenso.


Otro malvado ser que puebla las noches de quietud es el miedo. Nuestro corazón es como la gran ballena blanca, curtida y salpicadas por decenas de arpones y cicatrices allí donde los avariciosos pescadores le han lanzado sus mortales aguijones, nada en un mar de feroces aguas y fuertes vientos. Nuestro corazón nada lentamente, camuflado y seguro entre las profundidades del mar. Pero como todos los seres vivos debe subir a la superficie en busca de un poco de amor. De un poco de libertad. Y es justo entonces cuando los arponeros lanzan sobre él sus hirientes alabardas. Yo, como mi corazón, tememos salir de nuevo a la superficie, temerosos de que ese arpón sea el último, temerosos simplemente de que nos puedan volver a herir. Es del miedo de quien hablo, del miedo a perder, a ser herido, del miedo al miedo. Que poderoso es el miedo en un mundo sin esperanza.


Son muchos los enemigos que componen esta tenebrosa y macabra lista. No olvidemos al cansancio, el dolor, la angustia, la incertidumbre, la ira, el rencor y otros tantos. Pero a la hora de la verdad, solo hay un enemigo que puede hacernos frente. Solo hay un enemigo capaz de acabar contra nuestra esperanza, nuestra determinación y nuestro maravilloso sueño. Ese enemigo, el único que puede apagar la luz que todos llevamos en nuestro corazón, somos nosotros mismos.


Tengo miedo, me siento solo, siento el dolor del duro caminar. Temo que yo mismo sea incapaz de hacer frente a los pesares y las trabas que saldrán en mi camino. No estoy solo pues también cuento con buenos amigos y con mi valor. Pero esa es otra historia....

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