martes, 22 de junio de 2010

El Caluroso curso de verano Parte I: El primer día


Con la matricula del curso de Japones en la mano, un montón de lapices y gomas nuevas y un cuaderno nuevecito y reluciente me plante en los oscuros pasillos de la facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza. No había practicamente ni un alma, además era la primera vez que entraba en esa facultad, con lo cual todo era nuevo para mi. Quizás fuera por algún estereotipo autoinpuesto pero tuve la extraña sensación de que era una Facultad mucho mejor que la mía. Nose, destilaba dinero y asepsia por sus cuatro costados. Era algo muy extraño.


Como no sabía muy bien donde era la clase y como me sobraba algo de tiempo, pasee tranquilamente por sus pasillos buscando en los tablones de anuncios alguna nota de mi primo, que estudia derecho en esa facultad. Creo que no encontré ninguna, pero me pegué el resto del verano buscando por los tablones^^. Cuando se hizo la hora me congregué en el aula acordada, pero resulto no ser en la que se impartía las clases por un misterioso cambio de ultima hora. Que novedad. Pero allí había dos jóvenes alumnos igual que yo. Uno era un tipo alto, de unos 20 y muchos, con el pelo largo y pintas de gustarle el rock. La otra chica era bajita, delgada y tímida. Vestía unas ostentosas ropas...incalificables para un ignorante como yo, pero muy al estilo japones. Ya saben, una mezcla de Emo, gotico, lolita...nose, como soy un ignorante no sabría definirla. Recuerdo que me pareció muy extraña y me impacto mucho la primera vez que la vi. Sus nombres, Andres y Erika.


Con propósito de enmienda y sabiendo que no podía seguir encerrado entre las paredes de mi vergüenza, me acerque al chico y le pregunte si estaba allí por el curso de japones. Resulto ser un tipo muy majo y juntos, y la chica que nos siguió sin decir mucho más que un tímido: "Soy..." Nos encaminamos a la verdadera aula donde se impartían las clases. Vaya por dios, llegábamos tarde. Entramos en el aula pidiendo disculpas y 10 miradas extrañas se volvieron para mirarnos de inmediato. Un compendio muy dispar en cuanto a edades y apariencias, pero claramente ninguno de los que estábamos congregados en aquella aula parecíamos tipos muy...comunes^^.


Mi profesor, Barberan-sensei, se nos presento como abogado y profesor de Japones. Era un hombre bastante joven y me resulto un tanto chocante. No me lo imaginaba así, la verdad. Un poco canoso, con algo de tripilla, con un lenguaje depurado y a la vez cercano y una voz segura y que trasmitía cercanía. Para empezar me sorprendió que no parecía muy japones, nose, parecía un hombre respetable y completamente normal. Como engañan las primeras apariencias jeje.


Recuerdo muy bien que nos fue preguntando uno a uno porque estudiabamos japones. Muchos contestaron que eran por motivos académicos, profesionales, e incluso Oscar-san (el típico ingeniero informativo, delgado, con rizos y gafas) dijo con algo de resignación que era porque su amada novia era de Japón. Todos le miramos con asombro, como si se tratara de una criatura extraña y exótica, ya que él seguramente había vivido o estado ya en Japón. De hecho practicamente lo tenía en su casa. Cuando llego el turno de presentarme a mí, dije que quería estudiar Japones por curiosidad, por ampliar mis horizontes. Incluso entonces me daba vergüenza reconocer mis verdaderos motivos, me parecían demasiado...Freakes^^. Cuando le dije a Barberan-sensei que estudiaba veterinaria, me dijo si había hecho Anatomía Patología General, y le conteste que sí, que la había aprobado. Se sonrió y me dijo con media sonrisa que la responsable de la asignatura (ya sabía porque me sonaba tanto el nombre de Barberan), la profesora Barberan (muy buena profesora por cierto) era su hermana. El mundo es un pañuelo....No sabía entonces hasta que punto.


Paco-sensei nos intento explicar el origen incierto del japones y sus extrañas similitudes con otros idiomas europeos. Nos explico que iba a ser muy duro, que no podríamos empezar a leer o escribir en japones (al menos de una forma un poco fluida) hasta pasados varios años ya que no era como el ingles, el francés o el italiano....En fin, que era un idioma jodidamente duro y difícil y que lo íbamos a pasar un poco mal hasta que lográramos arrancar del todo. Para nuestro consuelo, nos dijo que a cambio la pronunciación no revestía mucha dificultad (no es del todo cierto^^) y que se parecía bastante al español en cuanto a pronunciación y lectura silábica (ahí si estoy de acuerdo).


En el descanso de la clase nos presentamos todos. Una chica bajita y con rastas que se llamaba Ana y que estudiaba un Master en Historia Oriental (del que me entere de su existencia y de que la universidad de Zaragoza tenía mucho prestigio en este sentido). Jorge, un tipo delgado, con aires de roquero al que le han cortado la melena, Oscar, Andres y Erika ya mencionados, Ignacio un tipo silencioso, tímido, con gafas y unas enormes pintas de freake (como casi todos) y Juan un hombre mayor (40 y pico) comparado con el resto, muy extraño, nervioso y excentrico.


De aquel descanso recuerdo sobre todo que le pregunte a Oscar-san como demonios había acabaó con una novia japonesa. Nos contó que la había conocido en Alemania. Am....es decir que tu novia es japonesa y la has conocido en Alemania. Me explico que era bastante habitual que en los Erasmus conocieras gente muy distinta de lugares muy lejanos. "Quizás debería haber ido de Erasmus" pensé. El caso es que echamos unas risas con la historia de Oscar-san quien a ojos de todos los que estábamos allí era un tipo con muchisima suerte.


El primer día de clases acabó con una introducción a lo que era el Hiragana, el Katakana y el Kanji. Hay muchos sitios o blogs donde lo explican y además de una forma muy didáctica, así que solo me limitare a subrallar las cosas mas importantes de aquí en adelante. La verdad es que el primer día de clase salí bastante ilusionado y recuerdo que me puse una y otra vez a repetir "Hiragana" y "Katakana" para intentar memorizar esos malditos nombres. Recuerdo que me costo un poco. Ahora lo pienso y me río, porque aquello solo eran dos ridículas palabras, bastante sencillas. No era consciente aun de la odisea en la que estaba a punto de embarcarme. Pero esa es otra historia.

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