Una de las escursiones que con mas carillo recuerdo y que mas me gusta fue la que realizamos a la ciudad de Kamakura al sur de Tokyo. Kamakura fue por un breve tiempo capital administrativa del país hace...mucho tiempo^^. Ahora es una hermosa ciudad turistica con multitud de templos de extrema belleza y paisajes de esos que son capaces de quitar el hipo. Como el día y la excursión fueron bastante largas, dividire el día en tres entradas, en principio, así que en esta primera nos andaremos por los bellos templos bajo la lluvia y tratare de trasmitiros lo que senti bajo las hojas de aquellos arboles donde deje otra parte de mi.
Tras coger varios trenes y tras un buen rato de viaje, llegamos a una pequeña estación de lo mas rural y que se sintetizaba perfectamente con el ambiente reinante. Se trataba de un anden, rodeado de vallas de madera, si^^, autentica madera y con una salida pequeña por lo que la veintena de turistas japoespañoles nos afanamos en pasar en riguroso orden. Lo que vimos nada mas salir de la pequeña estación, que se encontraba en mitad del bosque, fue eso, pura naturaleza. Simple y pura naturaleza. Claro que había alguna casa aquí y allá y sino recuerdo mal también una carretera, pero no mucho mas allá. Si mirabas al horizonte solo había bosque, si levantabas la mirada solo veías arboles, si te quedabas en silencio puede que llegaras a escucharlo de verdad.
Tras subir unas largas escaleras llegamos al primer templo. En algunos templos había que pagar para poder entrar, en otros simplemente te dejaban entrar sin mas. La verdad es que eran sumas irrisorias y las visitas merecen muchisimo la pena. Para que os hagáis una idea, los templos eran como parquecillos, rodeados de bosques y donde aquí y allá surgía algún edificio majestuoso con un altar o con estatuas que no llegabas a comprender muy bien. Sería difícil haceros un resumen acertado por la cantidad de templos que vimos y por que en poco se parecían los unos a los otros. Si cierro los ojos e intento hacer memoria, son muchas las imagenes que me vienen a la mente. De hecho si cierro los ojos, puedo sentir la ligera cuesta que se adentraba en el primer templo, el susurro del viento meciendo los inmensos arboles, la calma y la paz que trasmitían los pequeños lagos y los bellos edificios que llevaban en pie siglos y siglos.
Parecía mentira que nos encontráramos a penas unos minutos de una de las ciudades mas densas y grandes del mundo, pues estábamos rodeados de completa calma, paz y armonía. Yo no siento mucho aprecio por las religión Budistas, quizás un poco más por la Sintoista, pero si he leído sobre ella y sus bases. Y en aquel lugar, incluso me tentó darle alguna oportunidad mas y aprender un poco más sobre ellas. Lo cierto es que aquellos templos, su naturaleza y su belleza sobrecogieron mi pequeño corazón y envolvieron mi alma de calma y paz. Recuerdo unas empinadas escaleras, que llevaban a una barrera desde la que podías ver un antiguo edificio y que además te daban una visión panorámica perfecta del bosque que te rodeaba, sus inmensos arboles, su atiborrada vegetación, sus pequeñas cuevas repletas de misterios. Me recuerdo a mi mismo soltando un suspiro y dejandome envolver por aquello, intentando memorizar hasta el último árbol, hasta el último detalle de aquel maravilloso y bello lugar. Recuerdo que cuando abandone el primer templo, sabía que algo de mí, parte de mi corazón, iba a recordar para siempre aquel lugar, aun hoy de vez en cuando me vienen a la cabeza las imagenes de tanta hermosura.
Pero continuemos con los templos que sino me enrollo. Cuando nos encaminábamos al segundo templos nos cruzamos con un gran enemigo que hasta entonces parecía habernos respetado bastante. Se trataba de la lluvia japonesa. Ay que decir que tampoco diluvio, solo llovió lo suficiente como para empaparnos. El problema era que paraba, te secabas un poco y volvía a llover. Y además con tanta lluvia no podías hacer muchas fotos por temor a que se mojara la cámara, con lo cual muchas estampas verdaderamente bellas quedaran solo en nuestra memoria. Pero bueno, aun así las fotos no le habrían hecho ninguna justicia. Muchos se compraron un paraguas para no mojarse, yo pase e intente no mojarme mucho. El siguiente templo nos regalo una estampa fabulosa, un jardín con su lago, que yo recordaba haber visto alguna vez en algún sitio, así que debía ser bastante famoso (la foto de la entrada es de allí).
Visitamos mas templos, recuerdo uno especialmente grande encima de una colina por la que después tenias que descender y tenias una bella perspectiva de la ciudad de Kamakura. Lastima, por la maldita lluvia creo que no hice ninguna foto. En definitiva, bellos templos, con bellisimos paisajes bajo la imperturbable y quisquillosa lluvia. Al final me quede con la sensación de que tenía que regresar a aquel lugar y dejarme sumergir por su belleza y paz. Ya sabía que existian lugares como aquellos en Japón, y ahora se que son lugares increíbles a los ojos de un occidental, no solo ardo en deseos de volver a pasear por los templos de Kamakura, sino que deseo poder visitar todos los templos y recónditos lugares del país Nippon antes de que me llegué la hora.
Como ya estábamos cansados, fuimos a comer a alguno de los restaurantes típicos de la zona y recogimos fuerzas para la excursión de la tarde, en la que por supuesto no paro de llover. Pero esa, esa es otra historia.
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