domingo, 4 de julio de 2010

El Caluroso curso de verano Parte IV: Los Chinos Delincuenciosos


Por fin llego la ultima semana del curso de verano. Para que os hagáis una idea aproximada era la ultima semana de un caluroso y pesado mes de Julio que se nos hacía poco a poco cuesta arriba e interminablemente largo. De los 10 o 12 que empezamos el curso practicamente quedabamos unos 6 o 7. El resto habían caído debido a las duras condiciones del curso y a que el veraneo y la playa tiraban en exceso. En fin, solo quedabamos un reducto de jóvenes valientes dispuestos a enfrentarnos a la ultima y terrible prueba final.


Durante el curso, los viernes Paco-sensei nos había ofrecido una conferencia sobre tópicos de Japón supermegainteresante con lo cual no todo fue dolor y sufrimiento^^. (Se que exagero) Además su mujer también nos ofreció una interesante conferencia sobre política internacional japonesa. Ninguno de nosotros sospechabamos que pronto aquella mujer se convertiría en nuestra nueva compañera de clase. Pero esa es otra historia. Las conferencias, como digo, estuvieron muy bien y aprendimos muchas cosas sobre Japón. Todos nos sentimos un poco mas cerca.


Volvamos a esa ultima clase. Recuerdo que la ultima hora de teoría Paco-sensei nos enseño la conjugación de los Adjetivos en japones. Si, habéis leído bien, conjugación. Recuerdo las caras de mis compañeros y las mías, con los ojos llorosos y el alma en los pies, deseando que o bien la muerte se nos llevara o bien que Paco-sensei se callara de una maldita vez. Nuestras mentes cansadas y exhaustas no podían retener mas información en tan poco tiempo. Cuando salimos de clase, todos coincidimos que aquella había sido una semana dura, cansada y interminable.


Por iniciativa popular decidimos celebrar el final de curso con una comida en comunión en un japones. Por sugerencia de Paco-sensei y deseo de todo la cosa se tergiverso y acabamos en un chino. Jajaja. Pero no os asustéis, no era un chino cualquiera. Era el ya mítico, CHINO DELINCUENCIOSO. Delincuencioso, porque aparcaban sospechosos mercedes negros en la puerta, todos los trabajadores son chinos que no hablan nada español (incluido los camareros por supuesto) y en el que la carta estaba escrito por algún chino que evidentemente no sabía escribir español. El ambiente, oscuro y con la televisión china de fondo tronando en nuestros oídos. Pero la comida estaba super buena, no era como la de los otros chinos, esta era comida china de verdad y estaba riquisima. Nada que ver con la que ofrece cualquier otro establecimiento. Fijense si estaría buena que yo no como berenjena y aquel día comí^^.


Tras aquella agradable comida en la que por primera vez me enfrente a comer con palillos (todo un espectáculo^^, lamentable por supuesto) nos despedimos de Paco-sensei con nuestros mejores deseos y nos encaminamos a nuestras casas. Conforme nos íbamos despidiendo nos fundíamos en abrazos y sonrisas, pues como dijo Andres-san un día al final de clase, es sorprendente el buen royo que había en clase, lo bien que nos llevábamos casi todos y lo mucho que congeniamos entre todos. Lo mejor de aquel verano al fin y al cabo, no fue el empezar el bonito estudio del idioma japones, ni aprender un montón de cosas sobre el país de nuestros sueños, lo mas bonito de aquel verano fueron los buenos ratos y las risas que nos echamos los compañeros de aquella gran promoción.


Algunos de ellos se fueron por diversos motivos, otros continuaron conmigo estudiando, incluso hasta hoy en día. En cualquier saco saque muy buenas impresiones de aquel curso de japones. Mientras volvía a casa aquella calurosa tarde de Julio, pensaba en lo afortunado que había sido por haber podido estudiar ese curso en mis vacaciones y encima a 10 minutos de mi casa. Quiero decir, el japones no es un idioma que se pueda aprender en todos los sitios y yo había tenido la suerte de encontrar aquel curso, con aquellos compañeros y con aquel excelente profesor. Parecía que el camino se abría ante y mi y que una vez decidido cual iba ser mi destino, la vida me abría un camino claro y despejado para mi. Era un hombre afortunado, la vida me estaba dando una oportunidad.


El esfuerzo continuó, el camino iba a ser duro y difícil. Pero no me iba rendir, pues la oportunidad de aprender japones estaba ahí, frente a mi. Y solo dependía de mi mismo si quería aprovecharla y llegar a la meta. Debía esforzarme al máximo. Pero esa es otra historia.

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