Ayer después de un largisimo viaje (y sin maletas) llegué por fin a Japón. Como estaba muy cansado apenas era consciente de las cosas que pasaban a mi alrededor. Sentado en el tren que me traía de Narita poco a poco fue subiendo mas y mas gente en el tren. Los primeros estudiantes, todos correctamente vestidos con su indumentaria escolar. La típica abuela japonesa que nos miraba como cara de decir "Malditos extranjeros" armando jaleo. Y sobre todo, muchas, muchas japonesas bellas. La baba se me caía cuando vi a una madre con su hermoso bebe en brazos, la pequeñina sonreía mientras su madre jugaba con ella, super e increíblemente adorable. Igual que un padre con su hija pequeña que contaban juntos los escalones que subían de una forma tierna y encantadora. Ais.
Girando la cabeza vi un anuncio de bebidas de Takeshi Kitano con su natural cara de pocos amigos y justo debajo mis ojos se iluminaron y se abrieron como platos cuando vio los hermosos campos de arroz, de un verde maravilloso entre un frondoso paisaje japones. Las primeras casitas, separadas una de las otras, en plena naturales o escondidas entre los campos, con bonitos jardines y una fusión con el ambiente que las rodea fascinante.
A los campos de arroz lo sucedieron los entrevesados barrios, en el que cada casa es distinta a la anterior y en el que me pasaría todo el día dando vueltas por las pequeñas calles (Andreeee) como hacía desde mi cuarto con el Google Earth, perdiéndome y sorprendiéndome con cada nueva casa de arquitectura inverosímil con la que me cruzara. Con cara de bobo repetí, "algún día tendré una casa como esa".
Tras conocer a mi amigo, al que le ha dejado la novia por cierto, me sentí confuso y ofuscado por el terrible calor que hace en Tokyo. No es que pegué mucho el sol ni que sea muy alta la temperatura, creo que no es ni por asomo tan alta como la de Zaragoza, pero es un calor húmedo y pegajoso que se hace realmente insoportable. Al cerrar los puños, los dedos se te pegan al condensarse el agua que flota en el ambiente. Como digo, estaba confuso y desorientado y no era muy consciente de lo que me rodeaba.
Todo cambio cuando me senté y comí mi exquisito plato de ramen con empanadillas chinas. Impresionante. Realmente una delicatese. Cuando acabe de comer y con la camiseta llena de manchas^^, nos perdimos por las calles de Akihabara (el barrio freake). Gente de toda clase y condición, miles de tiendas de electrónica, manga, videojuegos...Japonesas superkawai vestidas de sirvienta dando papelitos a voz en grito, y muchos, mucho ruido. No eres consciente de lo grande e inmenso que es todo hasta que no entras en la primera tienda. que por cierto, fue la famosa tienda porno de siete pisos. Nunca imagine que la industria del porno pudiera ofrecer tantas cosas como vi en aquella macrotienda del placer nippon. Inimaginables objetos, muñecas casi reales y miles y miles de cintas de contenido erótico de toda clase y condición. Los japoneses son unos pervertidos...pero mucho...
Tras salir de la tienda con un poco de mal royo por los vídeos de niñas en bañador y las muñecas que parecían crías de 10 años, mi amigo se despidió de mi y junto a unos españoles me perdí por las calles de Akihabara. Tras salir de mi segunda tienda, de varios pisos, y repleta de todo lo que un freake puede desear (Willy esto es el paraíso si te gusta el manga y el anime) empecé a ser consciente de donde me encontraba realmente. Me encontraba en Japón, en la meca del Anime y el Manga. Estaba en el paraíso. Innumerables tiendas y recreativas, miles de cosas sorprendentes e increíbles, un paraíso al alcance de mi mano y que mis pies recorrieron sin ser conscientes del cansancio.
Las luces de Akihabara cuando el sol se retira son simplemente impresionantes, hermosas, fascinantes. Son las 8 de la mañana aquí en Tokyo, no he dormido mucho y me espera un largo día de visitas. No se cuando volveré a escribiros, cuando saque algo de tiempo, pero estad tranquilos que os contare todo. De momento voy a desayunar y a caminar de nuevo por las calles iluminadas por luces de Neon y repletas de Nippones, con la felicidad por bandera y los ojos llorosos y fascinados abiertos como platos. Que me deparara mi aventura de hoy...Esa, esa es otra historia.
Girando la cabeza vi un anuncio de bebidas de Takeshi Kitano con su natural cara de pocos amigos y justo debajo mis ojos se iluminaron y se abrieron como platos cuando vio los hermosos campos de arroz, de un verde maravilloso entre un frondoso paisaje japones. Las primeras casitas, separadas una de las otras, en plena naturales o escondidas entre los campos, con bonitos jardines y una fusión con el ambiente que las rodea fascinante.
A los campos de arroz lo sucedieron los entrevesados barrios, en el que cada casa es distinta a la anterior y en el que me pasaría todo el día dando vueltas por las pequeñas calles (Andreeee) como hacía desde mi cuarto con el Google Earth, perdiéndome y sorprendiéndome con cada nueva casa de arquitectura inverosímil con la que me cruzara. Con cara de bobo repetí, "algún día tendré una casa como esa".
Tras conocer a mi amigo, al que le ha dejado la novia por cierto, me sentí confuso y ofuscado por el terrible calor que hace en Tokyo. No es que pegué mucho el sol ni que sea muy alta la temperatura, creo que no es ni por asomo tan alta como la de Zaragoza, pero es un calor húmedo y pegajoso que se hace realmente insoportable. Al cerrar los puños, los dedos se te pegan al condensarse el agua que flota en el ambiente. Como digo, estaba confuso y desorientado y no era muy consciente de lo que me rodeaba.
Todo cambio cuando me senté y comí mi exquisito plato de ramen con empanadillas chinas. Impresionante. Realmente una delicatese. Cuando acabe de comer y con la camiseta llena de manchas^^, nos perdimos por las calles de Akihabara (el barrio freake). Gente de toda clase y condición, miles de tiendas de electrónica, manga, videojuegos...Japonesas superkawai vestidas de sirvienta dando papelitos a voz en grito, y muchos, mucho ruido. No eres consciente de lo grande e inmenso que es todo hasta que no entras en la primera tienda. que por cierto, fue la famosa tienda porno de siete pisos. Nunca imagine que la industria del porno pudiera ofrecer tantas cosas como vi en aquella macrotienda del placer nippon. Inimaginables objetos, muñecas casi reales y miles y miles de cintas de contenido erótico de toda clase y condición. Los japoneses son unos pervertidos...pero mucho...
Tras salir de la tienda con un poco de mal royo por los vídeos de niñas en bañador y las muñecas que parecían crías de 10 años, mi amigo se despidió de mi y junto a unos españoles me perdí por las calles de Akihabara. Tras salir de mi segunda tienda, de varios pisos, y repleta de todo lo que un freake puede desear (Willy esto es el paraíso si te gusta el manga y el anime) empecé a ser consciente de donde me encontraba realmente. Me encontraba en Japón, en la meca del Anime y el Manga. Estaba en el paraíso. Innumerables tiendas y recreativas, miles de cosas sorprendentes e increíbles, un paraíso al alcance de mi mano y que mis pies recorrieron sin ser conscientes del cansancio.
Las luces de Akihabara cuando el sol se retira son simplemente impresionantes, hermosas, fascinantes. Son las 8 de la mañana aquí en Tokyo, no he dormido mucho y me espera un largo día de visitas. No se cuando volveré a escribiros, cuando saque algo de tiempo, pero estad tranquilos que os contare todo. De momento voy a desayunar y a caminar de nuevo por las calles iluminadas por luces de Neon y repletas de Nippones, con la felicidad por bandera y los ojos llorosos y fascinados abiertos como platos. Que me deparara mi aventura de hoy...Esa, esa es otra historia.
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