Si el primer día de excursión nos había adentrado en el Tokyo mas cosmopolita y espectacular, el segundo día iba a conducir nuestros caminos por la belleza mas antigua, natural y cultural de la capital nippona. Iba ser un día largo y duro, pero con mi maleta de mi lado y la crema protectora cubriendo mi rostro ya solo tenía que hacer frente al intenso sudor y los picores que me producía. Por la mañana y antes de acostarme me lave bien, al puro estilo japones, sentado en mi banquetita de plástico y arrojándome agua fría por encima con mi cúbito. Claro que una ducha habría sido mas rápida y económica, pero estaba en Tokyo y queria vivirlo todo 100% versión japonesa. De otra forma habría sido un coñazo.
El día amaneció caluroso, pero algo nublado. Se ve que el Dios Hachiko había visto que ya poseia una supercrema protectora y había decidido retirar el intenso sol por el momento. Razi, nuestro guia, nos llevo primero a Asakusa. A mi el nombre en si me sonaba un montón, pero dada mi memoria de pez no sabía asociarlo con nada. Finalmente mis ojos y nuestros objetivos enfocaron por fin la famosa cagada dorada de Tokyo. En realidad quiere reflejar una burbuja de cerveza o algo así pero visto desde todos los ángulos parece una gran cagada dorada de pájaro que ha caído encima del edificio cervecero. El calor era intenso y sofocante y yo no dejaba de sorprenderme al ver el estoicismo con que los nippones le hacían frente. Unos hombres y mujeres, al puro estilo antiguo, ofrecían sus servicios de Taxishumanos en las cercanías del gran templo al que nos dirigíamos. Con ese calor infernal y cargando de un carro en el que Gaijin (extranjeros) podían disfrutar de un cómodo paseo por Asakusa. No se como podían sobrevivir a eso, pero el caso es que nos ofrecieron sus servicios al pasar con una sonrisa en sus labios.
Finalmente llegamos al templo de Asakusa, allí la gran puerta del trueno Kaminarimon雷門, nos saludo imperial y majestuoso por encima de cientos y cientos de japoneses que se congregaban para hacerse una foto con tan majestuosa señora. Yo aproveche y me hice una, ya que había visto aquella misma puerta infinidad de veces en los blog de Razi y otros españoles, por primera vez en todo el viaje quería que alguien supiera que había estado allí. Quizás por que ni yo mismo podía creermelo.
La puerta se abría a un angosto pasaje surcado a cada lado por miles y miles de tiendas de diversos suvenir, algunos tradicionales, otros mas modernos, donde podías comprar miles y miles de recuerdos destinados a tus familiares. Yo no desaproveche la ocasión y al final del trayecto ya iba cargado con muchas bolsas de regalos. Incluido el kimono de Ted, que me agradecerá eternamente.^^ Sin saber muy bien como, acabe perdido entre la multitud de gente así que decidí seguir avanzando y llegar al gran templo de Asakusa. Tras atravesar otra puerta tan imponente como la anterior, en la que descansaban las sandalias de Buda, llegué al majestuoso templo. Allí los Nippones se hundían en incienso y lavaban sus manos para purificar sus impuros cuerpos. Yo hice unas cuantas fotos y aproveche la fuente para refrescarme. Entre en el templo y mi corazón se encogió al ver el camino que había recorrido. Los bellos murales de dragones, la multitud que se agolpaba en aquel punto de poder y fe. Por alguna extraña razón decidí tirar unas monedas en forma de ofrenda y rezé al Dios que me escuchara pidiendo salud para los mios y que me trajera el amor.
Volví a encontrar a los de mi grupos y juntos paseamos por los jardines del templo, maravillandonos de las esculturas y los templos que nos encontrábamos. Puestos a jugar, echamos unas monedas y cogimos un palo que nos llevaría a un papel que determinaría nuestra suerte. Yo vi sorprendido como el mio marcaba "Gran Suerte". ¿Seria que mi sino estaba apunto de cambiar o era estar en aquel maravilloso lugar a lo que se refería aquel papelito con buena suerte? No lo sabremos, no al menos de momento.
Abandonamos el templo por una de las calles secundarias que nos llevarían donde habíamos quedado con reunirnos con Razi. Mis amigos se cogieron un helado mientras yo me refugiaba en las sombras, pues el sol volvía a golpear con ferocidad. Mientras esperábamos a unos compañeros rezagados mis ojos se fijaron en las muchachas que esperaban a sus citas a mi alrededor. La puerta del trueno, que era donde nos encontrábamos, era el lugar elegido por muchos nippones para encontrarse, pese a estar lleno de gente. Allí vi a muchas bellas muchachas, desde el primer día la belleza de las nipponas nos había deslumbrado a todos y lo seguiría haciendo el resto del viaje....Realmente hermosas. Mis ojos se pararon en un grupo de ancianos que descansaban a la sombra junto a un gran bloque de hielo a sus pies que se derretía lentamente. Por un momento sentí envidia, aquellos ancianos habían pasado sus vidas en aquel maravilloso país y seguramente esta era una de muchas visitas que habían realizado al templo. Pensé en mi futuro, y desee alguna vez volver a aquel paraje con la misma edad y vitalidad que tenían aquellos ancianos. Con un mar de historias a mis espaldas y muchos, muchos años de estancia en aquel maravilloso país. Mis cansados pasos se alejaron del templo y del bullicio, sumergiendose de nuevo en las profundidades del metro. En ese momento fui consciente de que una espiritualidad especial había despertado en mi tras la visita a aquel lugar. Un respeto, una ciega curiosidad...Pera esa, esa es otra historia.
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