Los pasos nos distanciaron poco a poco del parque de Ueno. Recuerdo las calles estrechas repletas de bicicletas que dieron paso a otras mas estrechas y tradicionales donde todos fotografiamos como locos las casas de un típico barrio Nippon. Casas unifamiliares con su garaje, unas distintas a las otras, rodeadas de pequeñas carreteras por donde apenas puede pasar un coche. Me recuerdo andando por aquellas calles y recordar a mi amiga Andrea. Por fin estaba haciendo realidad mi sueño, por fin podía deambular por aquellas calle maravillandome de las hermosas casitas y sorprendiendome de las distintas formas y particularidades de cada una. Me sentí extrañamente feliz y solo estaba andando por un barrio residencial cualquiera.
El camino nos llevo por fin a nuestro destino. La Universidad de la Todai. Unas grandes puertas y un mapa enorme nos dieron la bienvenida. Yo me quede mirando el mapa intentando descubrir si el campus de Veterinaria se encontraba allí. Pero solo di con el de agricultura, supongo que allí estudiarían ingenieros agrónomos y de más. El caso es que seguí presuroso al grupo esperando encontrarme por casualidad con algo que me recordara a una facultad de veterinaria.
Los edificios, como en veces anteriores, me resultaron muy familiares. Recordé los vídeos de Razi, en los que el mismo entraba por primera vez en la Todai. No se porque pero ese vídeo y esos edificios se me han quedado grabados en la memoria. Estar allí y recorrer las calles del campus hicieron que mi corazón poco a poco se estremeciera cada vez mas.
La memoria daba saltos al pasado y cuando vi la calle principal ribeteada de arboles supe de inmediato lo que estaba apunto de ver. Había visto también aquella calle en los vídeos de Razi y recordaba muy bien que era la avenida que conducía hasta el elemento mas importante de aquella universidad. El gran Reloj de la Todai....No tiene nada especialmente llamativo. Seguro que hay construcciones similares o mejores tan solo a pocos kilómetros de distancia. Pero para mi, es un edificio especial. Ahora, permitidme que regresemos al pasado un momento.
Yo tendía 15 o 16 años. Con todo lo que aquello significa. Hormonas, deseos, inquietudes...Recuerdo que por casualidad, un día haciendo zapping en el salón de mi casa antes de cenar di con una serie que me llamo la atención. La serie iba sobre un chico que estaba estudiando duramente para entrar en la Universidad de la Todai, en Tokyo. Ese chico le hizo una promesa a su amor de la infancia, y por ello su gran objetivo era entrar en aquella universidad. Entras en una universidad en Japón no es fácil y en la Todai aun menos todavía. Por ello nuestro protagonista había suspendido ya varias veces. Su camino le llevo a una hospedería, que pertenecía a su familia, donde se alojaría el tiempo que tardara en entrar en la prestigiosa universidad. En aquella hospedería solo se alojaban varias chicas de distintas edades. Con todos los líos y embrollos para el pobre que ello conllevó. Finalmente, nuestro protagonista entra en la Todai y no solo eso, sino que en su camino encuentra entre una de esas chicas al amor de su vida. Este manga/anime se llama Love Hina y desde ya os lo recomiendo a todos. Me recuerdo de joven, grabándome los episodios en cintas VHS para poderlos ver después a solas. Sin duda, esa serie es una de las que marco mi infancia y mi adolescencia.
Esa serie (en el manga) concluía en la Todai, donde Keitaro y su amada Naru se declaraban amor eterno con el reloj de fondo. Aquel mismo reloj que ahora mis ojos observaban. La emoción se hizo dueña de mi y lance ciento y una fotos e hice algún que otro video. Mi interior sufrió un vuelco ilusionante que me hizo sentir tremendamente feliz. Estaba allí, en la Todai, yo. Un sueño hecho realidad. Un pequeño guiño al pasado, un pequeño trozo de ilusión que volvia a mi con la fuerza de una juventud feliz. Como Keitaro, a mi también me hubiera gustado poder estudiar en una universidad como aquella. Con sus medios, su prestigio y todo un mar de conocimiento por aprender. Nunca estudiare en la Todai, probablemente. Pero por un momento, en aquella plaza, me sentí parte del sueño de Keitaro, me sentí parte de un bonito sueño con final feliz. Me hizo recordar que los sueños podían de verdad hacerse realidad. Y seguiré luchando por que sea así. Espero, solo espero, que la próxima vez que visite la Todai, mi sueño ya sea una realidad. Así el circulo estará completo, así la maravillosa historia que acompaña a esa universidad y a ese lugar se hará realidad de nuevo.
Así concluyo el tercer día de excursiones por Japón. Y aun no eramos conscientes de lo que íbamos a vivir, disfrutar y encontrar. Pero esa, esa es otra historia.
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