lunes, 4 de octubre de 2010

Yokohama 1ªParte: Acercandonos al coloso


Bueno, llegamos al siguiente día de excursión. Este día visitamos la ciudad de Yokohama, que se encuentra al sur de Tokyo. Parece ser que es la segunda ciudad mas grande en cuanto a población, ya que recientemente ha superado a Osaka. A mi el nombre me sonaba pero no tenía ni idea de los lazos que estaba apunto de establecer con esta ciudad y que me van a atar a ella para siempre. Por la gran importancia que tiene esta bella, hermosa y fascinante ciudad en mi viaje, voy a dedicarles varios capítulos. Primero las visitaremos junto a Razi y la pandilla de siempre. Y por último, el segundo día que fui, comenzare una pequeña historia de amor que viví en este maravilloso viaje. Una historia de amor trágica, pero hermosa. Una historia que hizo de este viaje, perfecto. Dejadme pues que empiece desde el principio. Acompañadme al lugar que me robo el corazón y que cambio mi vida para siempre.


La primera vez que fui a Yokohama fue de una forma indirecta. Recuerdo un vídeo de Razi paseando por un largo paseo junto al mar, donde se cruzaba en una pequeña plaza con anfiteatro a unos malabaristas ambulantes y recorría un parque de atracciones junto al mar con unas espectaculares atracciones. Recuerdo que me gusto mucho ese vídeo y me quede con ganas de verlo en persona. Quizás fue entonces cuando decidí finalmente ir a Japón y ver todo aquello por mi mismo. No lo se. Lo único que se es que tenía ilusión por ir a Yokohama y ver que me deparaba aquella ciudad.


El trayecto hasta allí era largo. Mas o menos una hora en la línea JR de Tokyo. Recuerdo que la primera vez que fui se me hizo un poco larga. Muchos japoneses se subieron y bajaron durante todo el trayecto. Recuerdo que Razi jugaba junto a mi al Metal Gear de la PSP y que yo trataba de descifrar los nombres de las estaciones escritos en kanji para pasar el rato. De repente se me ocurrio preguntarle a Razi que significaba el Hama de Yokohama y creo que no me dio una respuesta segura, que sabría al día siguiente...pero no adelantemos nada. Cuando llegamos, recuerdo bien la estación, gire a la izquierda y tras dejar a la izquierda unas tiendas de revistas y una combini salimos bajo un sol abrasador a una amplia plaza de bellas baldosas. Lo primero que nos llamo la atención era unas largas escaleras que penetraban en una especie de pasarela gigantesca que conducía al edificio mas alto que veíamos en el horizonte. El edificio Landmark, que según nos dijo Razi era el mas grande Japón o al menos lo había sido. La plaza estaba repleta de gente que se dirigía hacía el gran pasaje elevado o que iban directos a la estación. Era una zona muy concurrida, pero no tuvimos problemas para abrirnos paso y llegar hasta las escaleras que nos elevaron lentamente hacía arriba. Allí nos topamos con una cinta mecánica que nos llevaría cómodamente hasta los pies del inmenso edificio.


Era una cinta muy larga, que conducía por aquella gran pasarela hasta la mismísima puerta del inmenso edifico que sobresalia en el horizonte. Me recuerdo haciendo fotos poco a poco, conforme nos acercábamos a la gran mole. Lo recuerdo muy bien. La pasarela no solo llevaba al gran edificio, sino que conectaba con otros aledaños que como descubrí mas tarde también contenían centros comerciales. De hecho, podríamos decir que aquella zona era un sin fin de centros comerciales de diversa temática repletos de cientos y cientos de tiendas.


La anécdota de la pasarela fue que ningún nippon se atrevía a acecarse a nosotros. 50 metros por delante de la cinta y 50 por detrás estaban vacíos, como si estuviéramos apestados o fuéramos peligrosos nadie se atrevía a acercarse a nosotros. Cuando salíamos de una cinta, para entrar en la siguiente, siempre trataba de ponerme cerca de algún nippon. El resultado era que ellos uian despavoridos, o bien se salían de la cinta en cuanto podían o bien aceleraban el paso disimuladamente. Me sorprendí al ver que la zona peatonal, para los que preferian andar en vez de ir en las lentas cintas, estaban llenos de gente que simplemente andaban por no cruzarse con nosotros en la cinta. Esto, sin duda, da mucho que pensar. Eramos unos malditos gaijin ruidosos a los que simplemente era mejor evitar. Esto es divertido al principio, pero después se convierte en algo un poco ofensivo. Con todo, todos aprendimos a mantener la calma y ha hablar mas bajito gracias a este viaje. Poco a poco, nos fuimos japonizando.


Las cintas mecánicas nos vomitaron justo en la entrada del Landmark. Aquí había tres posibilidades. O bien entrabas en el Hotel, que ocupaba la mayor parte del inmenso edificio, o bien seguías recto y entrabas en el centro comercial que ocupaba su amplia base o finalmente, entrabas en una puerta lateral, con una mona azafata en su puerta que te conducía hacía el mirador del edificio. Me recuerdo a mi mismo entrar a desgana por aquella puerta y andar rápidamente hacía el mostrador para sacar la entrada. Ya era el tercer mirador al que subíamos en ese viaje y empezaba a estar un poco cansado de tanto mirador. Que ignorante y que imbécil era. Pues allí arriba, en lo mas alto de Yokohama, vería una de las panorámicas mas impresionantes que han visto mis ojos. Una panorámica bella e inolvidable que además de darme un gran baño de humildad, me atraparía para siempre. Pero esa, esa es otra historia.

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