lunes, 1 de agosto de 2011
Mi último tren a Chiba
Las historias a veces no terminan bien. Aunque a veces si lo hacen. Hay historias que de verdad terminan con una sonrisa, hay historias que a veces terminan con un abrazo y unas palabras de amor, o con una palmada en la espalda de reconocimiento, o con una simple y llana mirada de complicidad. Algunas historias acaban bien, el héroe cabalga en su flamante montura estrechando a su amada doncella entre sus brazos y con la sonrisa segura de que aquella historia acababa con años de felicidad, sonrisas y bienestar para ambos. Pero yo no soy un caballero, no tengo armadura, ni me gustan los caballos y por supuesto no guardo una espada a los pies de mi cama, así que me historia no acaba bien, como ocurre con muchas historias de este planeta azul e imperfecto.
Aunque una historia que acaba mal, es otra que termina bien. Es así, así ha sido y así sera. Es un hecho, donde uno fracasa, otros logran la victoria. Y me gusta pensar, me gustaría pensar de veras que esto es así, que de verdad en algún lugar alguien ha tenido un hálito de suerte. Desde luego, sea quien sea el que acaba junto a ella, sin duda agradecerá a todos los dioses que yo haya salido derrotado. Es un triste consuelo, pero no tengo a nada mas a lo que agarrarme en estos momentos, así que me quedo con el triste consuelo, gracias^^.
Decidido a terminar con la historia que comenzó hace mas de un año, me vi tomando un tren hacía Chiba, justo en la misma estación en la que hacía menos de un año, nos habíamos separado amargamente y entre lágrimas. Los recuerdos se agolpaban en mi corazón, mientras este retumbaba con fuerza y mis ojos hacían esfuerzos renovados por no cerrarse para perderse en los recuerdos de mi alma. La historia parecía tan bonita, tan perfecta, pero había pasado tanto tiempo. El tiempo es el peor enemigo de los sentimientos, al menos de los buenos, ya que no tarda nada en hacerlos trizas y en escupirtelos a la cara. En cambio los malos permanecen, el dolor sabe marcar bien su territorio.
Íbamos a cenar juntos en un Izakaya de Chiba, siempre había soñado con el momento en que volvería a esa ciudad, esperaba hacerlo junto a ella, esperaba con todo mi corazón que ocurriera. Sin darme cuenta repase mentalmente todas las cosas a las que había renunciado por estar con ella. Había sido un año de soledad, estudio y relaciones que no llegaron a ningún puerto ya que su recuerdo me volvía una y otra vez. Tenía que esperar, tenía que intentarlo una última vez, tenía que intentarlo porque ella lo merecía. Tenía que esperar, aunque mis deseos fueran otros y con facilidad habría acabado en el lecho de otra dama. Pero no, los de mi tierra somos gente cabezota y terca hasta el final. Así que tome a la soledad de abrigo y espere.
Cuando llegué a la estación di un paseo por Chiba, por sus grandes rascacielos y sus enormes e inmensos centros comerciales. Los recorrí con parsimonia, intentando por todos los medios mantener la calma. Cuando llegó la hora de la quedada fui a la estación y espere, pero la hora paso. Mire mi móvil y vi con horror como este había muerto, maldito móvil viejo, maldije. Así que no tenía otra cosa que esperar allí, al menos un tiempo. Finalmente, tras una hora, ella llego. Me había mandado un mensaje al correo para decirme que llegaría mas tarde, pero eso yo no lo sabía. Así que durante esa hora me comí las uñas y maldije mi mala suerte.
Lo siguiente fueron risas, conversaciones amenas y divertidas, recuerdos agradables, risas y debates sobre la situación de España, de Japón, sobre mil y un tema. Hablabamos, en lo alto de un gran rascacielos, con unas vistas preciosas de la ciudad de Chiba que iluminada, nos saludaba desde su inmensidad. Era un sitio maravilloso, con unas vistas impresionantes y con la mejor compañía posible. Como en un sueño, como en un maravilloso sueño, un cuento de hermoso amor de esos que solo pasan una vez en la vida. Es increíble que esta historia se desarrolle en unos parajes tan hermosos y maravillosos. Pero así fue, sin buscarlo, así ocurrió.
Pero los sueños, las esperanzas, no son para mi, no son para este pobre infeliz. No son para este solitario zorro de las nieves. A mis preguntas, le llegaron respuestas que no quería oir. Y así, comprendí, casi al borde de las lágrimas, que aquella historia maravillosa, aquella bella historia de amor que sucedió un año atrás, aquel cuento de hadas que no podía creer estar viviendo hacía mucho tiempo que había muerto. Hacía mucho tiempo que ya solo era eso, una bonita historia...Para ella solo era ya una vieja historia de amor. Sentí mi corazón partirse, sentí mi alma desgarrarse y para mis sorpresa (pues ya no lo creía posible) sentí como mi corazón volvía a sangrar, como volvía a sangrar por última vez.
Ella prometió que nos volveríamos a ver. Lo hizo con una sonrisa y promesas...pero algo me decía que en aquel lugar, en aquella lejana estación, sería el último sitio en que volviera a verla. Sería el último momento en que sus manos y las mías volverían a encontrarse. Y así ha sido, así ha pasado. No he recibido ningún mensaje de ella desde aquel día, como si la tierra se la hubiera tragado, como si mis mensajes no le llegaran, como si yo no fuera mas que una misera mosca que purula a su alrededor. Esto era algo que ya sabía, aunque todos a mi alrededor me lo negaran. Era algo...que mi intuición me decía, y como la condena del vidente, mi intuición nunca se equivoca. Nunca.
No se como mantuve la entereza. No se como lo he hecho hasta ahora. No soy una persona que muestra sus sentimientos facilmente, y ahora creo que nunca más seré capaz de hacerlo. En Chiba, aquella ciudad a la que partió el último tren, quedaron mis sueños, quedaron mis esperanzas, y quedó lo poco que quedaba de mi corazón. Ahora solo veo desolación, me muevo con torpeza y respondo con gruñidos ante cualquier expresión, ante cualquier llamada de atención. Respondo con silencio o con furia, respondo con ira o desagrado. Si miro dentro de mi, solo veo vació, no veo mas que vació.
Habrá un caballero, en algún lugar, que en estos momentos cabalge junto a su amada y compartan palabras de amor y sientan arder el fuego de la esperanza. Cerca de allí, habrá un caballero de oxidada armadura, tirado en el suelo y que como yo, tendrá el pecho impregnado en sangre. Sus sueños serán entonces un recuerdo, sus aspiraciones una burla y sus recuerdos una mentira. Hoy permitidme que continué echado sobre la hierba, con la visera mellada solo dejandome ver el cielo. Hoy dejadme que repose en silencio y soledad, con los ojos vidriosos, perdido en mis felices recuerdos, y así terminara mi historia, que si bien no tuvo un final feliz, si tuvo un hermoso y bello desarrollo. Dejadme que muera en mis recuerdos, dejadme que me pierda en ellos. Lo que este por venir, lo que tenga que venir, sinceramente señores mios, no me interesa. Solo dejadme aquí tumbado, solo dejadme ver el cielo azul, hasta que mi armadura se deshaga, hasta que el olvido me lleve. FIN
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