miércoles, 15 de septiembre de 2010

Un Ayuntamiento de Barrio


Tras aquel día tan maravilloso, lleno de cosas y vivencias inolvidables, y ya olvidado y dejado atrás el cansancio que atesoraba de nuestra noche de Hanabi y fiesta cervecera llego el momento de visitar otro de los barrios mas famosos y ricos de todo Tokyo. Me refiero al sector financiero conocido como Shinjuku.


Seguro que a muchos os suena, de todas maneras vamos a descubrirlo un poquito de la mano. El barrio de Shinjuku es un barrio principalmente de oficinas y edificios gubernamentales. Por esta razón esta surcado de rascacielos infinitos por todas partes. Una autentica ciudad de grandes colosos que nos rodeaban como si en un bosque de altos rascacielos nos hubiéramos introducido.


Recuerdo que las imagenes ya enmudecían y te hacían sentir pequeñito desde que salias de la estación de cercanías. Grandes edificios, de formas muy diversas, que se elevaban magnaninos en el horizonte. Las aceras eran amplias y las calles estaban poco transitadas. Al fin y al cabo, la hora de entrar al trabajo ya había pasado y los nippones se encontraban realizando su dura jornada dentro de sus altas oficinas. Por ello no había casi nadie circulando por la calle. En hora punta, a la hora de entrar y salir del trabajo, aquellas calles seguramente acabarían abarrotadas y llenas de gente, y en la estación se verían las famosas escenas de empujadores intentando que nadie dejara ninguna de sus extremedidades fuera del vagón.


Nuestros pasos nos llevaron al ayuntamiento. Según nos dijo Razi, era un ayuntamiento que solo se encargaba de esta parte de la ciudad y que cada barrio tenía a su vez su propia ayuntamiento, el cual se encargaba de todas las gestiones administrativas y demás. Este dato era sorprendente, porque el ayuntamiento de Shinjuku eran dos torres inmensas y magnánimas que abrían hacía el cielo en una espaciosa plaza. Si tengo que describir el edificio, podría decir que a todas luces parecía un autentico Optimus Prime o cualquier otro transformar que en cualquier momento iba a transformarse y a echar a andar ante nuestras asombradas narices. El edificio sin duda era peculiar y magnánimo. Como buenos y ruidosos gaijin nos pusimos en la cola y de forma gratituita (tras una inspección de nuestras bolsas por si eramos terroristas deseosos de volar el edificio^^) subimos a lo mas alto de uno de las torres. Allí pudimos ver otra perspectiva de Tokyo desde las grandes alturas. Una imagen distinta de Tokyo de la que vimos en la Tokyo tower. Recuerdo claramente como el silencio imperaba entre los que observabamos las espectaculares vistas del magnánimo Tokyo.


Viendo las interminables casas y los altos rascacielos pude hacerme una idea de lo grande e inmenso que era aquello. Si veías al horizonte por cualquiera de los ventanales de la torre no llegabas a ver el final de las casas. No se muy bien porque, me di cuenta de lo inmenso y magnánimo que era aquella hermosa ciudad y lo insignificante y pequeña que era mi amada Zaragoza. Allí arriba me di cuenta de lo pequeño que era el mundo en el que había vivido hasta entonces y de las preciosas y hermosas panorámicas de las que eran testigos mis ojos gracias a ese viaje. Me sentí sobrecogido, ilusionado por ver mas y agradecido por lo que estaba viendo. Quedaba tanto por ver, había que disfrutar del momento. Así que guarde la cámara y me quede en silencio, mirando el infinito. Allí, entre las nubes, pudimos ver vagamente la silueta del Monte Fuji. Esto es algo inaudito, pues una barrera de nubes suele cubrir siempre el gran volcan lo que impide su visión normal desde Tokyo. Y allí estaba yo, viendo el Monte Fuji, con mis ojos, un nuevo regalo de aquel maravilloso y precioso primer viaje por Tokyo.


Como datos curiosos, un rascacielos que parecía un..."aparato reproductor masculino erecto" con sus bolas doradas incluidas^^, en serio. Y el edificio zanahoria, así se llamaba un pintoresco y pequeño edificio naranja. El nombre estaba bien puesto, no como el del edificio "erección" que no recuerdo que nombre tenía pero era un nombre normalito. Tras observar desde el cielo de nuevo Tokyo, bajamos en el ascensor y pasamos por una pequeña oficina de turismo donde había unas bonitas orlas de los barrios mas pintorescos de Tokyo. Algo bastante bonito. Dejamos atrás el ayuntamiento, con sus interminables oficinas y cientos de miles de funcionarios diligentes empequeñecidos pero agradecidos de lo que habíamos podido disfrutar. Eramos mas humildes y mucho mas felices.


La siguiente parada...La tienda de Square Enix! Pero esa, esa es otra historia.

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