Hay momentos, buenos y malos, que quedan para siempre grabados en nuestra memoria. Hay fragmentos de nuestro pasado, que nos sorprenden aun ahora por lo increíbles y maravillosos que fueron. A veces son estos pequeños fragmentos, estos pequeños momentos. Y las sensaciones y sentimientos que sentimos en esos momento lo que al final queda cuando te paras a pensar en que es para ti la felicidad. Felicidad suministrada en cucharillas de café pero cuyo dulzor revitaliza al mas decaído corazón. Continuando con mi historia de ayer, hoy voy a continuar con mi pequeña historia, no sin antes adelantaros que no acabara en esta entrada.
Me encontraba justo detrás de ella. Dije una frase sin sentido de las mías y entonces, todo lo que me rodeaba, todo los nervios y pensamientos que pasaban por mi cabeza desaparecieron en un instante. Todo se desvaneció tan rápido, no solo mis pensamientos negativos, sino todo el mundo que me rodeaba. La bulliciosa gente que pasaba a mi alrededor se convirtieron en sombras y el mundo se torno tan borroso que no soy capaz de recordar ningún detalle. Solo recuero su inmediata sonrisa, solo recuerdo ese abrazo que me dio. Antes de que pudiera reaccionar sus brazos rodeaban mi cuello, una sensación de cercanía, de bienestar y de calma me inundo. Todo dejo de tener sentido, y por fin la misma vida volvió a tenerlo. Fue apenas un breve abrazo y dos besos de cortesía pero fue el abrazo mas intenso de los que tuve en aquel año, solo superado por otro anterior que también me lo dio ella tiempo atrás en España...Aquel abrazo me marco el alma y marcaría los acontecimientos que sucederían en toda la jornada.
Recuerdo que me comportaba como un zombi, casi como un autómata. Recuerdo que el tiempo no discurría normalmente, sino que volaba. No había cansancio, no había hambre, no había pesares, solo estaba ella y yo caminando el uno junto al otro por las soleadas y calurosas calles de Yokohama. Con los demás compañeros de quedada apenas intercambie unas palabras, lo justo para no parecer muy mal educado. Me recuerdo reprochandome por ello, maldiciendo por no ser tan poco atento, pero no pude evitarlo, para bien o para mal no pude evitarlo.
Recuerdo que fue como un hechizo, un dilatado hechizo de felicidad. Recuerdo trazos de conversaciones con ella, se disculpo por no haber mantenido un contacto mas fluido en ese mes que nos separo, dijo que se encontraba muy ocupada (conociendo a los japoneses no me extraña nada). Caminamos, hablamos, sonreímos y recordamos. Y así el día paso, casi sin darnos cuenta, como un sueño hecho realidad, como una fantasía que duraría eternamente. Las horas pasaban y el día, inexorable, dio paso a la noche. No la olvidare, nunca podre olvidarla, la bella noche de Yokohama.
Caminamos por el paseo marítimo, donde decenas de acalorados enamorados se agolpaban en los bancos del paseo marítimo disfrutando de aquella fabulosa estampa que les regalaba la noche de maritima. No puedo transmitiros casi con palabras la bella impronta de la ciudad oscurecida, iluminada por las potentes luces de sus carismáticos edificios. El alto Landmark y la noria de fondo, con luces de diversos matices de color, reflejados en un mar oscuro y en calma que acariciaba suavemente los aledaños del paseo marítimo. Los barcos de recreo, iluminados con miles de luces, parecían barcas de otro mundo que sobrevolaban la negrura misma de un cielo en el que se reflejaban las luces de los grandes edificios. Aquella estampa, aquella estampa era simple y llanamente maravillosa. Allí, con todas las luces de fondo, le pedí hacernos una foto con mi precaria cámara. No es muy buena, pero paradojicamente es la única foto que conservo junto a ella los dos solos. Una foto que se ha convertido en un autentico tesoro de uno de los momentos mas felices de mi vida. Ahora, con el paso del tiempo, me aventuro a decír que lo verdaderamente maravilloso de aquel lugar, era ella.
La situación era propia de un cuento de hadas. No podía haber una atmósfera mejor ni una persona mejor con la que compartir aquella maravillosa estampa. Nunca olvidare el paseo marítimo de Yokohama, nunca olvidare aquellos momentos, nunca olvidare...porque simple y llanamente....nadie es capaz de olvidar algo tan hermoso.
La hora de la despedida, tuvo que llegar, como siempre, demasiado rápido. Así que nos encaminamos hacía la estación, los dos absortos en la conversación, tan absortos que dejamos al resto del grupo atrás. Caminamos por un bello parquecito que recorriera días anteriores y nos paramos justo al pasar un carismático puente de metal. Allí hablamos del futuro, de lo que estaba por devenir, y mirándola a los ojos, viendo su sonrisa, mi corazón comienzo a burbujear complacido y empalagado por su hermosura. Hubiera estado apunto de llorar ante aquella estampa tan bonita, pero me limite a tragar saliva y a sonreír. Una sincera sonrisa, una sonrisa de verdad.
Con alguna que otra pequeña escusa, ambos cogimos el mismo tren de vuelta a nuestro hogar. Solos en el vagón seguimos hablando de nuestras cosas, ella sentada y yo de pie a su lado. Sonreímos, reímos y dialogamos largo y tendido. El viaje de vuelta a Tokyo paso volando y finalmente llego la separación. Afortunadamente para mí, quedamos en volver a vernos otro día, esta vez solos, antes de que yo volviera a mi hogar. Para poner el punto final a la noche, cuando la puerta del vagón se abrió, yo le estreche las manos con cariño y ella me sonrió aferrandomelas con fuerza. Y casi a la fuerza mi cuerpo me saco del vagón y nuestras manos se separaron, sin quererlo, quedando extendidas la una hacía la otra, añorandose la una a la otra. El tren se marcho y yo regrese a mi hotel inundado por el jubilo y la felicidad. Inundado por la ilusión y por el recuerdo de su belleza, por el recuerdo de su voz, por el recuerdo del suave tacto de sus manos...Volví a mi hotel con su recuerdo y sin corazón, pues este ya le pertenecía a ella para siempre. Volvimos a quedar 4 días mas tarde, pero esa, amigos...Es la última historia de este viaje.
si si si si si y yo la espero leer tambien >.<
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