lunes, 21 de febrero de 2011

El tercer tren a Chiba


Como ya os conté en la primera entrada de esta historia, cuando ella y yo nos conocimos, tan apenas pudimos pasar tres semanas juntos ya que ella tuvo que volver a su país. En aquel entonces (una vez mas os traslado a entradas anteriores) yo me quejaba de la odiosa coyuntura en la que me había puesto el destino, me quejaba de lo injusta de mi situación...Justo cuando nos estábamos descubriendo mutuamente, justamente cuando establecimos espontáneamente un fuerte nexo entre los dos este se rompía irremediablemente. Trasladados a los último días en Japón el destino volvió a manifestarse de forma terrible y desoladora.


En principio íbamos a quedar dos días después de nuestro primer encuentro en tierras japonesa, lamentablemente el destino volvió a jugar en nuestro contra. Esta vez, a causa de terceras personas ella tuvo que hacer un viaje a familiar justo en esos días. Era un viaje implacable y empujado por...lo acontecimientos...De nuevo parece que el destino estaba jugando con nosotros. Así que como último recurso, la única fecha posible en la que podíamos vernos era el penúltimo día antes de mi partida de Japón. A menos de 24 horas para tomar el avión se iba a producir nuestro último encuentro. ¿Acaso no es caprichoso el destino?


Quedamos en la estación de Akihabara a las 16:00. Ella no podía quedar antes, ya que regresaba esa misma mañana del viaje, así que no quedo mas remedio. Recuerdo muy bien el nerviosismo que de nuevo me inundaba aquella mañana. Recuerdo casi cada momento, cada instante y cada sentimiento y esperanza que albergaba mi corazón. Lo primero que hice, varias horas antes de nuestro encuentro, fui a comprar los últimos regalos que me quedaban por comprar y acompañe por última vez a mis amigos por las transitadas y calurosas calles de Akihabara. Hacía un calor infernal aquel día y no podías parar de sudar con solo pisar la calle y andar unos cuantos pasos. Así que para no dar un aspecto bastante lamentable, entraba en las tiendas con aire acondicionado para huir del calor infernal y portaba una pequeña toalla para secarme el continuo sudor.


Comi solo por última vez en mi restaurante favorito y di mi último y definitivo paseo por mi amada Akihabara. Deambule por las tiendas e intente descubrir nuevos rincones que grabe a fuego en mi memoria. Finalmente, la hora llego y me encamine a la estación. Allí me sorprendi al ver montones de gente atiborrando la estación. Era un día festivo y muchos nipones habían tomado las calles del famoso barrio, así que una marabunta de gente entraba y salia de la estación. Temiendo no encontrarla entre tanta gente le mande un menaje diciendole en que salida me encontraba. Nervioso, comence a deambular de un lado para otro intentando verla entre la multitud, esperando con ansia poder volverla ver.


Finalmente, una vez más de espaldas, la vi. Allí, en la salida que daba a la plaza de la electrónica de Akihabara (el corazón del barrio), de nuevo me acerque y la salude con un efusivo abrazo. Esta jornada no fue tan dulce como la anterior. De alguna forma, ambos sabíamos que iba ser la última vez que íbamos a vernos, de alguna forma sentíamos que el destino se estaba riendo de nosotros. Fuimos a comprar unos auriculares a un transcurrido centro comercial y después le anime a que me llevara a cualquier lugar que conociera y que le gustara para tomar algo. No recuerdo donde fuimos, solo se que era un bar en la última planta de unos grandes almacenes. Y es que aquel día solo tenía ojos para contemplar su belleza, su temple, solo tenía oídos para escuchar su voz, su suave y carismático acento. Solo tenía deseos de poder acariciarle y estrecharle las manos. Solo quería decirle todo lo que sentía por ella, solo quería tener valor suficiente para abrirle mi corazón. Pero...no pude.Fracase.


Cuando ya estábamos en la estación sentí la apremiante necesidad de hablar, sentí la apremiante necesidad de contarle todo. Sentí la apremiante necesidad de hacer algo. Se me estaba escapando, se me estaba escapando delante de mis narices y sabía que nunca mas podría volver a tener una oportunidad como aquella. Sabía que nunca más podría estar allí, en Tokyo, junto a ella si no hacía nada. Claro que el destino iba a separarnos, claro que no íbamos a estar juntos nunca más, pero recordé unas palabras que escuche en un anime no hacía mucho tiempo: "Si no dices nada, no ganas nada".


En el anden del tren que la llevaría a Chiba, su hogar, comencé a hablarle del pasado. Le hable del día que nos conocimos, de los momentos que pasamos juntos en España. Le aferre las manos y ella aferro las mías y con voz torpe y palabras cortadas le dije todo lo que ella me trasmitía, todo lo maravilloso que veía en ella, todas las cosas que habían hecho que mi corazón le perteneciera. Estaba dispuesto a abrirle mi corazón, estaba dispuesto a dejarlo todo en aquel anden, estaba dispuesto a abrir mi alma y exponerla ante aquella mujer. Pero llego su tren y con pesar en su mirada dijo que tenía que marcharse. Yo me negué y casi le suplique que esperara el próximo tren. Y espero. Entonces hable, mi voz se torno firme y mis dedos se entrelazaron con los suyos llenos de júbilos y repletos de caricias. Los sentimientos brotaron por si solos y las palabras una tras otra le abrieron mi corazón poco a poco. Los minutos volaron y el siguiente tren ya estaba allí...Mas suplicas, unas ultimas palabras y...el segundo tren se fue pero ambos permanecimos en el anden.


Cuando el tercer tren llegó, mi corazón estaba abierto de par en par. Recordare siempre sus palabras, recordare siempre lo que me dijo, las últimas palabras que escuche, las ultimas palabras que siempre llevare conmigo: "No puedo quedarme, porque si lo hago nunca me marchare". Y ya sin palabras nos fundimos en un abrazo intenso e intemporal, los dos nos fundimos en unos solo...Y el tiempo, caprichoso y juguetón, volvió a detenerse. Esta vez, lo hizo para siempre. Ella se fue en el tercer tren dirección a Chiba. Dejandome a mí, solo, en aquella solitaria estación donde para siempre reside mi corazón.


Hace menos de un año escribí una entrada que en la que expresaba mi dolor por la separación y el regreso a España. Relataba con amargura las lágrimas que brotaron de mi rostro como caudalosos ríos cuando me dirigía en tren al aeropuerto de Narita. Mis lágrimas, las lágrimas de dolor no solo eran por abandonar aquel país tan maravilloso, el país de mis sueños, no solo era por el gran valor que tenían para mí las nuevas amistades que encontré, no solo era por las increíbles e inimaginables experiencias que viví, ni por las absolutamente maravillosas cosas que vi. Mis compañeros se sentían tristes por todo eso y sin embargo, aguantaron el llanto. Yo no soy ni mas sentimental ni menos que ellos. La diferencia radicaba en que yo no solo tenía que decir adiós a todo eso, sino que tenía que decir adiós a la persona a la que amaba. Mis lágrimas eran las de un hombre al que se le había concedido algo maravilloso que se le había extirpado al momento.


Yo, lloraba en aquel tren por todas esas cosas, pero sobre todo lloraba de felicidad. Por la felicidad que me había dado aquel viaje, por la felicidad de haber estado en el país de mis sueños pero sobre todo por la felicidad de haber encontrado a una persona tan maravillosa como aquella y haber tenido la oportunidad de compartir unos días de oro junto a ella. Mi corazón lloraba porque lo estaban separando inexorablemente de ella. Esta no es una historia triste, pero tampoco es una historia feliz. Es mi historia, la de un hombre al que un país y una persona le dieron todo lo que podía desear, para luego arrebatárselo de un plumazo. Volvería una y otra vez a aquella estación y agradezco cada día todas las experiencias que pude vivir en aquel viaje, todas, absolutamente todas.


La historia podía acabar aquí, pero como ya dije hace un tiempo las historias no suelen tener un final definitivo. Y es que esta historia tiene un prologo que puede dar pie a la esperanza o no...Pero esa amigos mios, es una última entrada que pondrá punto y aparte a mi vida. Una última entrada donde quizás la esperanza renazca, donde quizás esta historia de amor no acabé en aquel anden de una estación cualquiera de Tokyo. Pero esa...esa si que es otra historia.

2 comentarios:

  1. ooooh diooooos pero que bonitooo dioooos parece mentira que ocurran cosas tan... tan..... en esta vida!

    Bueno yo espero que quizas algun dia puedas contar el siguiente paso de esta historia, o quizás una igual o mas bonita que esta :)

    Suerte

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  2. ありがとうございます!!

    Gracias^^

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