domingo, 19 de febrero de 2012

El templo a los caídos


Esta semana, antes de hablaros de las notas, que es un tema recurrente por estas fechas y que no se muy bien porque siempre acabó con los mismos, o parecidos resultados. Os voy a contar la segunda excursión a un Matsuri (Festival del verano) que os prometí en entradas anteriores. Es una historia que aun no había contado por aquí en el blog, y eso que es, al menos para mi, bastante interesante. La verdad es que se dieron un cumulo de circunstancias que nos hiciera mas costoso llegar al templo en si que lo que vivimos en él. Pero bueno, haya va esta historia que comenzó mucho tiempo antes de nuestro atareado viaje a tierras niponas.

La cosa comenzó en una conferencia a la que asistí con mis nakamas, organizada por mi profesor de japones e impartida por su mujer, que resulta ser experta en derecho internacional publico. Por ello la conferencia había versado sobre estos temas, y entre ellos hubo uno que nos llamó especialmente la atención. El Templo de Yasukuni, o templo de los caídos, es un templo cercano al Palacio Imperial de Tokyo, levantado hace mucho tiempo para honrar y mostrar su respeto a los muertos durante las distintas guerras y disputas del país del sol naciente. Hasta ahí, algo normal, todo los países en mayor o menos grado tienen este tipo de monumentos a los caídos, pero este tiene a unos residente un tanto especiales, y sobre todo, especialmente problemáticos. Y es que como sabéis Japón participó y perdió la segunda Guerra Mundial, en la que hizo algún que otro genocidio chino y coreano...Como todos supongo. El caso es que perdió y los perdedores se convierten automáticamente en criminales de guerra. Como pasa en todas las guerras.

El caso es que algunos de los dirigentes imperiales ejecutados dieron con sus restos en este templo, al fin y al cabo eran soldados caídos en la guerra. Muchos de ellos, de verdad, no eran mas que simples soldados muertos en batalla. Pero este hecho y sobre todo la visita años mas tarde del primer ministro del Japón levantó ampollas entre sus "aliados" Chinos y Coreanos. Ya que consideraban esto un homenaje a unos genocidas. Yo no soy muy independiente en este asunto así que no opinaré si el primer ministro debe visitar el templo, si los restos de criminales de guerra deben ser sacados del templo o no, prefiero no pronunciarme. Yo no pinto nada en todo este asunto. Pero si que nos llamo mucho la atención, ya que de alguna manera se había convertido en un centro de reunión de la extrema derecha (que también hay) del Japón y de Yakuzas y gentuza varia, por lo cual se había convertido en un centro conflictivo en general.

No teníamos mucho tiempo aquella mañana, porque teníamos un compromiso por la tarde. Pero como habíamos decidido ir a visitar el castillo Imperial, nos animamos y decidimos pasar por el templo. Total, eramos tontos gaijin en un país muy muy lejano en busca de cualquier aventura interesante, como todo el mundo. Recuerdo que llegar al templo nos costo bastante, ya que tuvimos que andar unos 30 minutos alrededor del templo y además aquella mañana recuerdo especialmente que hacía un calor ciertamente infernal. Un autentico día de calor japones, como manda el país. Espero que no tengáis nunca que volver a sufrirlo. La caminata fue muuuy dura. Tal es así que llegamos cansados, muy sudados, medio quemados por el sol y sobre todo agotados.

Finalmente llegamos al templo dándonos de bruces con una sorpresa. Y es que se estaba celebrando un Matsuri. Un matsuri como otro cualquiera, con su multitud de nipones, sus quioscos con típica comida, el sol destructor sobre nuestras cabezas. Pero había algo...raro. Y no eran los faroles, ni la decoración ni las carrozas con extraños dioses representados. Era algo mas...No sabría describirlo, pero era una sensación de que todos nos miraban y que no eramos muy bien recibidos. Quizás era por lo que sabíamos ya del templo, pero desde el momento en que entramos y atravesamos el enorme portalón de madera, palidecimos y nos empequeñecimos. Por supuesto, había multitud de banderas de Japón, aunque no vi muchos ultranacionalistas. Había un concierto de baile tradicional y disfrutamos un poco del bello espectáculo. Me percate que aparte de nosotros tres, a diferencia de otros matsuri, solo había un extranjero mas. Un hombre de Europa del norte de estrambótico bigote y pintas de estirado que miraba todo haciendo fotos con una cámara de estas caras. Eramos los únicos y eso nos transmitió una extraña sensación de que debíamos pirarnos de allí.

Pero valerosos de nosotros nos acercamos al altar del templo. Al fondo, mucho mas allá, se podía ver una ceremonia privada con multitud de gente en plena faena religiosa. Nosotros estábamos a mucha distancia. Así que nos acercamos al sitio donde arrojaban las monedas en forma de plegaria y disparamos nuestras cámaras. Fue entonces cuando me percaté de que un vigilante nos observaba con atención. No dejándome amilanar, di un paso hacía el altar y el hombre dio un paso hacía mi. Repetí la acción y el también. Entonces lo supe, no necesitaba saber nada mas. Hice las fotos de rigor, para disimular, ya que podíamos hacer lo que quisieramos, siempre respetuosamente claro. Pero en cuanto pude, reuní a mis nakamas, les advertí y huimos de allí sin hacer ofrenda alguna. Bueno, tampoco huimos, nos fuimos tranquilamente, pero justo cuando nos marchábamos miré al guardia y vi como reculaba y volvía a su sitio de vigilancia. ¿Coincidencia? No creo.

Y así sobrevivimos a ese encuentro mortal, con uno de los lados menos bonitos del país nipon. Un templo extraño y unos gaijin aventureros que no debían estar allí. ¡Aunque nos fuimos con sus mujeres y su rebaño! O con unas cuantas fotos y una insolación^^. El caso es que fue una aventura, en definitiva, divertida y emocionante y que repetiría sin duda. Así que podéis y estáis en Tokyo visitad el templo de Yasukuni y haced vuestro homenaje a los antepasados o no. Siguiente entrada...Esa será otra historia.

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