lunes, 12 de diciembre de 2011
Pisando hojas de despedida
Esta semana voy a hacer de nuevo un alto en el camino sobre mi viaje del año pasado. Y es que esta semana, aunque no os lo haya dicho con anterioridad, es una de las mas duras y amargas que me ha tocado vivir. Hace ya unos meses, conocí a una persona especial, una persona maravillosa y entrañable con la que he compartido sonrisas, lagrimas, felicidades, ilusiones y sobre todo, amor, mucho amor, durante estos últimos meses. Esa persona es mi pareja actual, y espero que futura, la persona mas importante de mi vida.
Estos meses han sido simplemente maravillosos, todos mis anhelos de cariño, confidencia, compañia, comprensión y respeto mutuo se han visto colmados en esta persona. Por supuesto, no todo han sido alegrías y buenos momentos, pero hemos sabido salvar nuestras diferencias, comprender nuestros defectos y aprender de nuestros errores de una forma tan asombrosa y perfecta, que nuestro amor no ha dejado de crecer y fortalecerse ni un solo instante. Ella se parece tanto a mi como se diferencia, y con sus pequeños gestos, con sus detalles, sus sonrisas y sus palabras se ha ganado para siempre mi castigado y triste corazón.
Justo cuando creía que ya no habría un mañana. Justo cuando creía que no habría un futuro, que todo estaba perdido, de un día para otro, apareció para ella para salvarme. En ella es en quien me he apoyado todos estos meses, ella es la que me ha hecho seguir adelante, la que me ha dado fuerzas para continuar y para seguir luchando por mis sueños, justo en ese momento en el que tenía todo absolutamente perdido. Justo en el momento en que mis fuerzas flaqueaban, apareció un ángel para salvarme.
Pero no todo iba a ser amor y comprensión. Mi peor enemigo, el destino, la desdicha la casualidad maliciosa, no iba a dejarme vencer tan fácilmente sin presentar batalla. Y es que el día de hoy, ella ha vuelto a su lugar de origen, a muchos, muchisimos kilometros de distancia y lo peor de todo, nuestros caminos no volverán a reunirse hasta dentro de muchos, muchos, muchos meses. Tantos que solo de pensarlo se me cae el mundo encima. Este último fin de semana junto a ella, esta última semana ha sido y será inolvidable, pase lo que pase de aquí al futuro. Con palabras y en silencio, en la oscuridad que precede al amanecer, caminamos cogidos de la mano por un sendero repleto de hojas muertas de un otoño tardío. El viento, que hasta hacía pocas horas soplaba con fuerza, ahora estaba mudo y quieto, mientras nosotros, enamorados, nos deciamos adios con promesas de amor, besos y abrazos a punto de la lagrima.
Hacía muchos, muchos meses que no lloraba, que no lo hacía a rienda suelta. Hacía mucho que tal sendero de lagrimas recorriera mis mejillas. Pero hace apenas unas horas, solo, en mi coche, en la oscuridad y la seguridad que me propiciaba mi garaje, he llorado, he llorado y llorado desconsolado como nunca jamás antes lo había hecho. Mientras mis quejidos retumbaban y morían en el pequeño reino de la cabina del vehículo. Aun ahora las lagrimas se arremolinan en mis ojos, aunque intente evitarlo. Pero se que he de ser fuerte, se que he de tener fe, esperanza y confianza. He de tener fe en que el amor triunfe por encima de la distancia, el tiempo y el olvido. Hoy y aquí me he enfrascado en mi última y mas dura batalla contra los estudios, el destino y la infelicidad. Hoy y aquí emprendo mi última contienda en la que se decidirá no solo si el amor triunfa pese a todo, no solo que será de mi persona, en estos meses que nos separan del verano descubriré si de verdad, mi sueño, mi tan ansiado y anhelado sueño puede llegar a cumplirse. Tengo miedo y estoy asustado, por eso os pido, que una vez mas, no os separéis de mi lado en este largo y pesado caminar. Hagamoslo juntos, enfrentémonos con valor contra ese mal nacido que se hace llamar destino. Veamos que nos depara esta nueva y última historia.
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