Comienza aquí una serie de entradas, algo mas cortas que las del año pasado, donde os contare un poquito las odiseas que viví este pasado verano en mi segundo viaje a Japón. Un viaje que por así decirlo, puede ser mi desvirgamiento en soledad frente a Japón. La primera vez, gracias a mi amigete Razi, digamos que fui un poco guiado y un poco cogiditos de la mano para no perdernos. Pero esta vez iba a ir yo solo, sin ayuda a de nadie, mas que de mis dos nakamas, que estaban todavía mas verdes que yo, pues era su primer viaje a Japón. Pero no iba a estar solo en este viaje, pues viejos nakamas me iban a acompañar en esta nueva aventura.
La primer odisea fue llegar a Japón. Como queríamos llegar con el suficiente tiempo de antelación al aeropuerto de Barajas, esta vez fui en autobus con mis nakamas, pero el autobús que mejor nos iba nos dejaba en Barajas a eso de la 1 y pico de la madrugada. Y nuestra avión salía a las 7 con lo que íbamos a pasar una laaaarga noche en el aeropuerto T4 de Barajas que por cierto no había visitado nunca. El viaje en bus fue cómodo y sin ningún incidente a resaltar, y finalmente llegamos al inmenso aeropuerto de Barajas, una mole enorme e inmensa que estaba prácticamente vacía pues a esas horas parecía que no había ningún vuelo. Así que después de explorar la zona nos acomodamos en una cristalera justo enfrente del MacDonal, donde había algo de gente y así no nos sentíamos solos. Como estábamos algo nerviosos y no queríamos quedarnos dormidos, estuvimos en vela super aburridos hasta que llego la hora de embarcar.
El viaje a Londres, ningún problema. Salvo cuando llegamos al inmenso aeropuerto de Heatrow. Si Barajar era grande, este lo era el doble. Y aquí, por cuestión de la hora, si que había miles y miles de personas reunidas. Un autentico caos. Pasamos el test antidrogas^^ y llegamos a una sala inmensa donde esperar durante unas horas a que saliera nuestra avión. Es increíble la cantidad de gente distinta y variopinta que se junta en un aeropuerto. Sin duda sobrecoge un montón. Mientras esperábamos pudimos comprarnos un "rico" sandwich ingles y observar a la fauna que se agolpaba en el lugar. Finalmente, la hora llego y cogiendo una especie de extraño metro, llegamos a nuestra puerta de embarque, que por fin, estaba repleta de japoneses. Ya empezábamos a sentirnos como en casa.
El viaje de ida esta vez no fue tan duro como el otro, logre dormir algo, aunque fuera muy poco y el viaje se hizo un poquito mas llevadero. La comida, como la de aeroflot, mejor no hablar sobre ella. Y así tras mas de 24 horas de viaje llegamos al aeropuerto de Narita. ¡Bieeen! Que era tal y como la recordaba, gente amable y educada y todo muy ordenadito. Y esta vez no me perdieron la maleta, con lo cual fue una victoria absoluta con respecto al viaje anterior. Finalmente llegamos a los primeros reencuentros, pues un nakama japones llamado Ryo, que iba a ser participe principal de este viaje, vino a buscarnos al aeropuerto. De modo que volvieron las sonrisas, los abrazos y la alegría. Un viaje increíble que estaba apunto de comenzar. Nos despedimos de nuestro amigo y entonces comenzaron los problemas. En medio del metro de Tokyo recibí una llamada inesperada. Pero esa, esa es otra historia.
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