Últimamente no es que no tenga nada que contar, es que el periodo de exámenes al fin ha pasado su ecuador y tengo poco tiempo para nada, además de que mi cabeza ya hace días que pide insistentemente un merecido descanso que tendrá....quien sabe cuando. El caso es que ayer mientras dormitaba me dije: "Jo que cosas pasan a veces en la vida". Y es que el verano pasado, además de mis desventuras y aventuras personales, a la gente que me rodeaba le pasaron muchas cosas. Muchas historias, muchas risas, muchas sensaciones y situaciones subrealistas. Entre ellas, hay una especialmente emocionante e inquietante. Y como últimamente necesito mas de una distracción, manteniendo el debido anonimato, me digo: "Por que no la cuento".
No se cuanto me costará contar, quizás unas pocas entradas, quizás mas, no lo se. Y además, yo no fui protagonista directo, e incluso muchas veces solo fui un coprotagonista en la sombra. No viví en persona algunos de los acontecimientos, sino que me los contaron después. No soy ningún cotilla ni ningún fisgón. Pero esa camaderia que vivimos en ese viaje, hacía que prácticamente todo lo que nos pasara nos lo contaremos entre nosotros. De esta modo, poco a poco, yo también fui testigo de alguna forma de esta inusual historia.
Pero por que contar esta historia. Bueno, la verdad es que no es nada especial. Es una de tantas historias, que supongo, pasan en esta vida, a algunos, con suerte. Y es que la suerte es la principal característica de nuestro protagonista. Un protagonista que aquí llamare Pedro, y que es un buen amigo mio aun a día de hoy. Pedro es un chico como cualquier otro, o quizás no, el caso es que era y es un amante del país del sol naciente y estudiante del complejo lenguaje predominante en el archipiélago. Gracias a los encuentros con japoneses que yo mismo promulgaba por aquellos tiempos, conoció hasta la que a principios de ese año fue su novia, una japonesa.
La relación iba bien, pese a que ella había tenido que volver a Japón. Con lo cual, organizó y preparó un viaje a aquellas tierras este pasado verano para poder verla. Desgraciadamente, la distancia y el silencio son enemigos terribles y poco a poco su relación se marchito, como las flores de primavera. Finalmente, 3 semanas antes de su partido, ella lo dejó. Con las maletas preparadas y los billetes comprados, nuestro pequeño protagonista no se amilano y por suerte, nos pidió que si podía venir conmigo y con otro amigo al que llamaremos Martín, en nuestro viaje a Japón de un mes y pico que iba a comenzar unos días después.
La suerte le sonrió, y no veas de que manera. En esas 3 semanas sin embargo, no estuvo quieto y comenzó una especie de relación especial con otra de las japonesas que vivían por aquel entonces en Zaragoza. No os hagáis una mala idea, él no quería emprender una nueva relación con las heridas aun abiertas, pero el contacto, las quedadas, las charlas hicieron que expontaneamente y sin desearlo surguiera entre ambos un proyecto de relación. En la misma estación de autobuses, cuando comenzó nuestro viaje la vi llorar como una madalena por la marcha de su amigo especial. Consciente, o no, de que su posible relación con él acababa en aquel mismo instante. Y así comienza esta historia...
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