sábado, 30 de junio de 2012
Despedida en Narita II: Fiestas por Roppongi
Seguimos con la historia donde la dejamos. Así que nuestro protagonista se encontraba de repente viajando al otro lado del mundo acompañado por dos amigos, de forma inesperada y para nada preparada. Desde luego, analizado literalmente y de forma fría todo estaría totalmente abocado al error mas desastroso. Las prisas y las precipitaciones nunca fueron buenas. Pero la cosa no fue así y aunque sufrimos mas de una calamidad para lograr instalarnos y encontrar nuestro apartamento...al fin y al cabo estábamos en pleno Julio japones y para los que no lo conozcan eso significa un autentico infierno de calor. Yo ya estaba prevenido, pero mis nakamas lo pasaron realmente mal y nuestro protagonista especialmente.
Pero las cosas fueron bien nada mas instalarnos y las fiestas, los karaokes y los buenos días se sucedieron uno tras otro. Así hasta que vivimos nuestro primer tifón, nuestro primer terremoto y demás experiencias inimaginables que ni en nuestros mejores sueños podríamos haber imaginado. Finalmente, mis nakamas, una noche, se decidieron por visitar el famoso barrio de gaijin de Roppongi. Esta barrio para el que no lo conozcáis es un barrio lleno de embajadas de diferentes países, por ello en él viven multitud de extranjeros y hay zonas de marcha para los mismos. Según parece, en estas zonas de marcha hay pubs de dudosa categoría donde pagando precios tremendos por beber y escuchando música estridente y horrible puedes conocer japonesa y japoneses amantes de lo occidental.
Creo que no tengo que añadir ningún motivo de porque mis amigos querían ir visitar estos parajes tan...pintorescos. Yo, de mente inquieta y amante de meterme donde no me llaman, le pregunte a mi amigo que pasaba con la amiga que había dejado atrás en España. Él me aseguro que no tenía una relación con ella, simplemente eran buenos amigos que se llevaban muy bien. Además, le termine de convencer, estaba en Japón y probablemente nunca jamás volvería a tener una oportunidad de salir y divertirse como esa. Así que si no había nada que lo retuviera, ni promesa alguna que pudiera incumplir le anime a que saliera y fuera en busca de jóvenes mozas sedientas de españoles.
Yo los deje marchar y me quede en el apartamento disfrutando de unas valiosas horas de soledad después de mucho tiempo. Y no penséis mal, simplemente yo necesito pasar mi tiempo solo y tranquilo, son manías mías. Pero no nos centremos en mi, nuestro protagonista se fue con la esperanza debajo del brazo, en realidad ambos se la llevaron.
Y allí se marcharon...Pero la historia continuara en la próxima entrada. Que ya es tarde y mañana hay que seguir con el estudio del último examen de la carrera. Que bien suena eso de el último...^^
jueves, 21 de junio de 2012
Despedida en Narita I: Introducción
Últimamente no es que no tenga nada que contar, es que el periodo de exámenes al fin ha pasado su ecuador y tengo poco tiempo para nada, además de que mi cabeza ya hace días que pide insistentemente un merecido descanso que tendrá....quien sabe cuando. El caso es que ayer mientras dormitaba me dije: "Jo que cosas pasan a veces en la vida". Y es que el verano pasado, además de mis desventuras y aventuras personales, a la gente que me rodeaba le pasaron muchas cosas. Muchas historias, muchas risas, muchas sensaciones y situaciones subrealistas. Entre ellas, hay una especialmente emocionante e inquietante. Y como últimamente necesito mas de una distracción, manteniendo el debido anonimato, me digo: "Por que no la cuento".
No se cuanto me costará contar, quizás unas pocas entradas, quizás mas, no lo se. Y además, yo no fui protagonista directo, e incluso muchas veces solo fui un coprotagonista en la sombra. No viví en persona algunos de los acontecimientos, sino que me los contaron después. No soy ningún cotilla ni ningún fisgón. Pero esa camaderia que vivimos en ese viaje, hacía que prácticamente todo lo que nos pasara nos lo contaremos entre nosotros. De esta modo, poco a poco, yo también fui testigo de alguna forma de esta inusual historia.
Pero por que contar esta historia. Bueno, la verdad es que no es nada especial. Es una de tantas historias, que supongo, pasan en esta vida, a algunos, con suerte. Y es que la suerte es la principal característica de nuestro protagonista. Un protagonista que aquí llamare Pedro, y que es un buen amigo mio aun a día de hoy. Pedro es un chico como cualquier otro, o quizás no, el caso es que era y es un amante del país del sol naciente y estudiante del complejo lenguaje predominante en el archipiélago. Gracias a los encuentros con japoneses que yo mismo promulgaba por aquellos tiempos, conoció hasta la que a principios de ese año fue su novia, una japonesa.
La relación iba bien, pese a que ella había tenido que volver a Japón. Con lo cual, organizó y preparó un viaje a aquellas tierras este pasado verano para poder verla. Desgraciadamente, la distancia y el silencio son enemigos terribles y poco a poco su relación se marchito, como las flores de primavera. Finalmente, 3 semanas antes de su partido, ella lo dejó. Con las maletas preparadas y los billetes comprados, nuestro pequeño protagonista no se amilano y por suerte, nos pidió que si podía venir conmigo y con otro amigo al que llamaremos Martín, en nuestro viaje a Japón de un mes y pico que iba a comenzar unos días después.
La suerte le sonrió, y no veas de que manera. En esas 3 semanas sin embargo, no estuvo quieto y comenzó una especie de relación especial con otra de las japonesas que vivían por aquel entonces en Zaragoza. No os hagáis una mala idea, él no quería emprender una nueva relación con las heridas aun abiertas, pero el contacto, las quedadas, las charlas hicieron que expontaneamente y sin desearlo surguiera entre ambos un proyecto de relación. En la misma estación de autobuses, cuando comenzó nuestro viaje la vi llorar como una madalena por la marcha de su amigo especial. Consciente, o no, de que su posible relación con él acababa en aquel mismo instante. Y así comienza esta historia...
sábado, 9 de junio de 2012
Ciudades perdidas
Esta canción la escuchaba yo hace muchos años. A ver que os parece, que conste que el grupo ha empeorado a manchas forzadas y hoy día no me gusta nada, pero en sus tiempos sonaban bien. El Sueño de Morfeo y "Ciudades Perdidas".
jueves, 7 de junio de 2012
Filosofía de Estudio
Hace mucho tiempo, un profesor nuevo llego a nuestra clase de anatomía. Era un hombre regordete, de rostro amplio y bajito. Normalmente los profesores venían a clase, nos soltaban el discurso de turno, con mas o menos acierto, y se marchaban de clase con gesto monótono. Como si dar clase fuera algo tedioso y aburrido, como si hubieran repetido tantas veces esa misma materia que casi se la sabían de memoria sin necesidad alguna de repasar nada. Pero este profesor no hizo eso. Este profesor solo iba a darnos 2 o 3 clases, la verdad es que hace tiempo que ni lo recuerdo. Lo que si recuerdo es que nos enseño los músculos extensores y flexores de la pata. Un montón de nombres mas, pero lo hizo de forma esquemática y simple. Lo hizo tan bien que lo recuerdo como algo agradable y fácil de comprender.
Pero ese profesor, cuyo nombre siento no recordar tampoco, nos explico algo más. Algo que no tenía nada que ver con la asignatura. Nos puso un gráfico en la pizarra, en abscisas el tiempo y en las ordenadas la memoria. Lo que era capaz de memorizar la mente humana. Nos dijo que nada mas estudiar algo, comenzábamos a olvidarlo poco a poco. Que acabaríamos olvidandolo con el tiempo, de forma irremediable. Pero que si volvíamos a estudiarlo antes de que ese tiempo expirase, el tiempo que invertiríamos en su estudio sería menor y que el tiempo en que tardaríamos en olvidarlo sería mucho mayor. Yo no lo hice mucho caso en ese momento. Pero le recuerdo en la pizarra, le recuerdo haciendo su gráfico. Lo recuerdo aun mejor y con especial cariño porque nos dijo la pregunta que pondría en el examen. Y así fue, en el examen puso esa pregunta. Sobre los músculos de la pata.
Años mas tarde, cuando me puse a estudiar en serio la carrera, y no a hacer el melón como había hecho hasta entonces. Ante un temario amplio y de difícil estudio, decidí poner en práctica lo que aquel viejo profesor me había enseñado. Y el caso es que con el paso del tiempo, y de los exámenes, poniendo en práctica su metodología de estudio. Estudiando una, luego otra, y otra. Cada vez mas, con menos tiempo y recordándolo mejor, me dí cuenta de que el sistema funcionaba. Y así puedo decir con orgullo que mi método de estudio a dado en general, buenos resultados.
Hace un año o dos, me enteré que ese profesor ya no daba clase, y también me enteré porque cuando nos dio clase a nuestra promoción nos dio tan pocas clases. Y es que el profesor, sufría un cáncer. De ahí a que diera tan pocas clases. Y desafortunadamente perdió la batalla contra él mismo. No se donde se encuentra ahora mismo, no se si estará en el cielo o en el infierno. Lo que sí se es que siempre que estudio me acuerdo de él. Y siempre que apruebo un examen siento cierta gratitud hacía él, porque de alguna manera, al final nos supo trasmitir, o me supo trasmitir una enseñanza vital fundamental para mi futuro. No se cuantos profesores pueden decir eso...Pero él, este donde esté, se que sonríe, se que lo hace cuando apruebo un examen.
Pero ese profesor, cuyo nombre siento no recordar tampoco, nos explico algo más. Algo que no tenía nada que ver con la asignatura. Nos puso un gráfico en la pizarra, en abscisas el tiempo y en las ordenadas la memoria. Lo que era capaz de memorizar la mente humana. Nos dijo que nada mas estudiar algo, comenzábamos a olvidarlo poco a poco. Que acabaríamos olvidandolo con el tiempo, de forma irremediable. Pero que si volvíamos a estudiarlo antes de que ese tiempo expirase, el tiempo que invertiríamos en su estudio sería menor y que el tiempo en que tardaríamos en olvidarlo sería mucho mayor. Yo no lo hice mucho caso en ese momento. Pero le recuerdo en la pizarra, le recuerdo haciendo su gráfico. Lo recuerdo aun mejor y con especial cariño porque nos dijo la pregunta que pondría en el examen. Y así fue, en el examen puso esa pregunta. Sobre los músculos de la pata.
Años mas tarde, cuando me puse a estudiar en serio la carrera, y no a hacer el melón como había hecho hasta entonces. Ante un temario amplio y de difícil estudio, decidí poner en práctica lo que aquel viejo profesor me había enseñado. Y el caso es que con el paso del tiempo, y de los exámenes, poniendo en práctica su metodología de estudio. Estudiando una, luego otra, y otra. Cada vez mas, con menos tiempo y recordándolo mejor, me dí cuenta de que el sistema funcionaba. Y así puedo decir con orgullo que mi método de estudio a dado en general, buenos resultados.
Hace un año o dos, me enteré que ese profesor ya no daba clase, y también me enteré porque cuando nos dio clase a nuestra promoción nos dio tan pocas clases. Y es que el profesor, sufría un cáncer. De ahí a que diera tan pocas clases. Y desafortunadamente perdió la batalla contra él mismo. No se donde se encuentra ahora mismo, no se si estará en el cielo o en el infierno. Lo que sí se es que siempre que estudio me acuerdo de él. Y siempre que apruebo un examen siento cierta gratitud hacía él, porque de alguna manera, al final nos supo trasmitir, o me supo trasmitir una enseñanza vital fundamental para mi futuro. No se cuantos profesores pueden decir eso...Pero él, este donde esté, se que sonríe, se que lo hace cuando apruebo un examen.
miércoles, 6 de junio de 2012
Esta semana...
No sabía que música poner. Y como mañana tengo el examen y no tengo muchas ganas de pensar, aquí va esta canción que no creo que necesite mucha presentación.
sábado, 2 de junio de 2012
Las noches de tormenta
Las noches como hoy, noches de tormenta, la soledad y el silencio parecen imponerse a los rayos y las aguas torrenciales. En estas noches de tormenta y rayos, los animales y los insectos se ocultan. Pues nadie ha visto volar a la mariposa bajo el azote de la tormenta. Ni ha visto salir al corzo en busca de mas verdes prados mientras riadas de agua caen por las montañas. En ese sentido los animales parecen tener mas sentido común que nosotros que nos hacemos llamar seres superiores. En ese sentido la razón y la lógica nunca están de nuestra parte. Aunque quizás muera mas gente a causa de las tormentas, cuando el cielo esta en calma y solo lo perturban los rayos. Esos que vienen sin avisar y nos impactan de lleno partiéndonos en dos el corazón.
Las noches de tormenta el hombre se siente pequeño e insignificante. A veces se esconde debajo del escritorio o debajo de sus sabanas y espera con los ojos muy cerrados a que pase el peligro. Quizás en ese sentido, no hayamos perdido del todo ese instinto natural que caracteriza a los animales. Ese instinto de supervivencia. El hombre moderno vive perdido, como ya escribí en entradas anteriores, perdidas en su propia oscuridad, perdido en su pobre decadencia, perdido y abrigado por los miedos que lo acurrucan por las noches y le cantan nanas de temor en el oído, tan dulces que cualquiera las abrazaría con entusiasmo, que cualquiera las desearía sin dudarlo.
Yo como todos, tengo miedos en estas noches de tormenta. No a los rayos, ni al azote de las aguas. Afortunadamente, y de momento, en estas latitudes no debemos de temer en exceso a esos desastres atmosféricos. Pero eso no quiere decir que la propia negrura de la noche, que el propio azote de la lluvia, que el silencio interrumpido por los sollozos del miedo no traigan a mi memoria viejos miedos que creía olvidados. Miedos que hablaban de fracaso, miedos que hablaban de desesperanza y de temor. Miedos que hablaban de lo profundo de mi memoria.
Una canción que me gusta muchísimo reza: "No confundas tu presente con la oscuridad de tu pasado". Mas o menos dice así. Y es que en las noches de oscuridad, cuando la tormenta nos azota aunque no notemos caer las gotas contra nuestra piel, aunque no sintamos el poder del viento azotando nuestro pelo, nuestros miedos mas profundos salen a la luz. No les prestéis mucha atención, intentad no prestar atención a los truenos que resuenan dentro de tu cabeza. Solo déjate cobijar por el arrullo del sueño y que esta tormenta pase, que vaya junto a los miedos del pasado. Y veamos que nos depara el nuevo amanecer, aunque esa, esa sea otra historia.
Las noches de tormenta el hombre se siente pequeño e insignificante. A veces se esconde debajo del escritorio o debajo de sus sabanas y espera con los ojos muy cerrados a que pase el peligro. Quizás en ese sentido, no hayamos perdido del todo ese instinto natural que caracteriza a los animales. Ese instinto de supervivencia. El hombre moderno vive perdido, como ya escribí en entradas anteriores, perdidas en su propia oscuridad, perdido en su pobre decadencia, perdido y abrigado por los miedos que lo acurrucan por las noches y le cantan nanas de temor en el oído, tan dulces que cualquiera las abrazaría con entusiasmo, que cualquiera las desearía sin dudarlo.
Yo como todos, tengo miedos en estas noches de tormenta. No a los rayos, ni al azote de las aguas. Afortunadamente, y de momento, en estas latitudes no debemos de temer en exceso a esos desastres atmosféricos. Pero eso no quiere decir que la propia negrura de la noche, que el propio azote de la lluvia, que el silencio interrumpido por los sollozos del miedo no traigan a mi memoria viejos miedos que creía olvidados. Miedos que hablaban de fracaso, miedos que hablaban de desesperanza y de temor. Miedos que hablaban de lo profundo de mi memoria.
Una canción que me gusta muchísimo reza: "No confundas tu presente con la oscuridad de tu pasado". Mas o menos dice así. Y es que en las noches de oscuridad, cuando la tormenta nos azota aunque no notemos caer las gotas contra nuestra piel, aunque no sintamos el poder del viento azotando nuestro pelo, nuestros miedos mas profundos salen a la luz. No les prestéis mucha atención, intentad no prestar atención a los truenos que resuenan dentro de tu cabeza. Solo déjate cobijar por el arrullo del sueño y que esta tormenta pase, que vaya junto a los miedos del pasado. Y veamos que nos depara el nuevo amanecer, aunque esa, esa sea otra historia.
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