lunes, 9 de enero de 2012

La última marcha


El otro día estaba cortando cebolla. Lo hacía lentamente y mientras veía la tele. Como tenía prisa, cogí un cuchillo mas afilado, de esos que cortan de verdad. Tengo que ir mas rápido. Confiado, corte sin mirar, atento a lo que ocurría en la televisión. Y fue tarde. Me corte el dedo y este empezó a sangrar profusamente. Lance un grito de dolor y me fui a curar. Mientras lo hacía noté que no sentía dolor. No mucho, ya que horas antes me había tomado un ibuprofeno por otras dolencias. Mientras la herida sangraba, me miraba el dedo sin ver. A veces el dolor, nos recuerda que aun estamos vivos. A veces el dolor nos hace ver la realidad con otra perspectiva.

Como ya comenté hace unos días, estaba en un momento crucial de mi viaje. Estos largos meses que tenía por delante, serían la diferencia entre el éxito y el fracaso. Estos meses, marcarían la diferencia entre tenerlo todo o quedarme sin nada, sin absolutamente nada, en la mas absoluta oscuridad. El paso entre la derrota y la victoria, es apenas un suspiro, un mensaje, unas letras o un mal gesto de asentimiento. Todo es tan fugaz, todo es tan fútil, acaso todo se puede echar a perder en tan poco tiempo. A caso todo se va al garete en un...en un momento.

Camino ahora mismo por arenas movedizas a un paso del desastre o de la salvación. A un paso de mi sueño o de hundirme para siempre, como en aquellas películas, como en aquellas historias. Como en todos esos cuentos inconclusos, que solo traen consigo tristeza y desesperación. Estoy acorralado y no se que hacer, no se que decir, no se...no se....NO se que puedo hacer.

Veo el rostro de mi archienemigo, el temido destino, a solo unos centimetros de mí. Justo en este momento tan crítico, justo en este momento en el que debido a los exámenes necesito de toda la fuerza del mundo, justo en este momento, todo se me viene encima. Todo se me viene encima. Todo, absolutamente todo. Todo me empuja, me empuja hacía el fracaso. Hacía la inestabilidad, hacía el miedo, de nuevo hacía la soledad. No, no he aprendido a vivir con ella, no he aprendido a torearla. No quiero vivir mas con ella.

No quiero volver a estar solo nunca más. Y si este camino conduce a la derrota, ya se cual es el camino que debo tomar. Ya se cuales son las decisiones que debo tomar. Ya se cual es la senda que debo emprender. La senda...que debo tomar. Este es un camino que desde ya hace mucho tiempo sabía no tenía vuelta atrás. Este es un camino, que ya sabía que no me iba dejar salir...Este es el camino que elegí y ahora si me llega la derrota tendré que aceptar, con toda la crudeza, con todo la cruda realidad, con todo el dolor que causare a mis allegados, debo aceptar el castigo. Me gustaría escribiros algún día que mi sueño se ha cumplido, que he alcanzado mi meta, que he vencido pese a todo. Pero lo que os escribiré aquí y ahora no es que os sentáis por que otros, porque yo mismo, fracase. Sentíos felices y regocijaos, pues donde yo falle, vosotros triunfaréis, donde yo falle vosotros alcanzaréis vuestros sueños. Y si no es así, no os preocupéis, puede que pronto, volvamos a encontrarnos y podemos juntos disfrutar justo a una cálida hoguera de una alegre y amena conversación.

Recuerdo aquel sentimiento. Cuando puse por primera vez mi pie en tierras japonesas. Recuerda aquellas luces, aquel sabor, aquella felicidad donde yo, donde yo me quede a vivir para siempre. Entre los altos arboles y las luces de neon, entre el bullicio de la fuegos artificiales a la orilla del río, en la soledad de un metro, en lo alto de una isla lluviosa, mirando el mar. Recuerdo sentir la felicidad en estado puro, la recuerdo reflejada en el rostro de mis amigos, la recuerdo en las lagrimas del adiós. Cuando uno encuentra su lugar en el mundo, de alguna forma, queda atrapado para siempre. Recordadme allí, en una gran estación, viendo como el último tren partía, partía sin mi, con una estúpida sonrisa, con una sonrisa de felicidad en los labios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario