Semanas ocupadas estas en las que vivimos. De nuevo he tomado mi hábito de monje estudioso, espero que por última vez en mucho tiempo, y me he marchado a la biblioteca para hacer de ella mi hogar. Así que, como años anteriores las horas transcurren entre libros, apuntes, cafés y mucho mucho sueño. Es una tónica que me ha acompañado en los últimos años y que hasta ahora me ha dado un buen resultado. Esta vez voy con bastante retraso con respecto al plan que me había establecido, ya que son muchos y algunos muy graves los problemas que han arribado a las costas de mi vida en estos últimos meses. Sin embargo, haremos lo que buenamente podamos, con las pocas fuerzas que nos han dejado este curso tan largo y tan especialmente cruel.
Cada año por estas fechas, el cansancio, la soledad golpean con fuerza la determinación de todo buen estudiante que se precie de llamarse así. Y yo sufro como nunca los sin sabores del tiempo unidos a mi gruñoneria natural en tiempos una pequeña manía, hoy en día por desgracia bastante molesta y en aumento. Pero que puedes esperar cuando te esfuerzas al máximo que no acabar cada día cansado y desganado, y como consecuencia de esto, de un humor de perros y sin ninguna gana de aguantar al resto de la humanidad en general. Es por esta presión de los exámenes, por este cansancio acumulado, por el montón de factores que se ponen en marcha de repente y sin avisar, que uno puede mas que estar de capa caída en estos días en los que se retoma la dinámica de estudio, aunque renqueante por la ociosidad de los días pasados.
Si echo la mirada atrás, a estos últimos años, no puedo dejar de notar la misma dinámica, año tras año, llegado este mes. Será por los exámenes, sera por el cansancio, será por un todo. Y cada año, como salido de la nada, siempre encuentro un apoyo o una base que me hace salir del atolladero moral en el que me encuentro y logro de una forma sorprenderte hacer frente al duro mes que aun tengo por delante. El año pasado, me hallaba en la misma tesitura que me encuentro hoy y me decidí a devorar con placer uno de los libros que tenía pendiente de leer de mi librería.
Como ya dije hace muchas entradas...Un libro de Murakami me salvó la vida. En un momento oscuro y penosos de mi vida, me dio nuevas ilusiones y energías para salir del oscuro pozo en el que me encontraba en aquel entonces y afrontar los múltiples problemas, miedos y temores que se acumulaban a mi alrededor y que estaban empeñados en llevarme al completo fracaso y a la autodestrucción. Desde entonces he ido atesorando libros de este autor en mi casa, pero no los he leído. Fue tanta la impresión que me causo este primer libro que los voy amontonando en la estantería hasta que llega el momento preciso de leerlos.
El año pasado por estas fechas fue uno de esos momentos. Cada año, solo con 365 días aproximadamente, de diferencia, emprendo la lectura de otro libro de Murakami. En esta ocasión, empecé el 3º. No todos los libros me han impactado como el primero, algunos lo han hecho de otra formas, alguno me ha gustado mas que otro, pero con Murakami me pasa algo extraño y es que cada vez que termino uno de sus libros, tengo un estallar de emociones dentro de mí. Y siempre, y no me preguntéis porque, acabo saboreando de una forma diferente la vida, los exámenes, e incluso la vida.
No se porque será, pero ahora mismo tengo entre mis manos otro libro de Murakami, este será el 4º y como ya hace mas de un año que terminé el anterior, voy a embarcarme en su lectura, como si fuera un viejo cansado de la vida que cada año acude a la fuente de la juventud en busca de un poco mas de la esencia de la vida. Como un viejo que debe recordar porque esta luchando. Espero que este sea tan bueno como los anteriores, o al menos si es la mitad merecerá ya la pena. Pero esa...esa es otra historia.
jueves, 31 de mayo de 2012
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